Las autoridades sanitarias de Camagüey sacaron de la manga otra “idea creativa” para enfrentar al mosquito Aedes aegypti: mototaxis con altavoces rodando por la ciudad y repitiendo mensajes de prevención. La iniciativa, divulgada por Radio Camagüey, se presenta como una campaña de control vectorial en medio de un escenario epidemiológico cada vez más tenso.
Según la emisora estatal, el objetivo es concienciar a la población sobre la eliminación de criaderos, la limpieza de espacios y la necesidad de acudir al médico ante síntomas de dengue o chikungunya. El problema es que la conciencia no mata mosquitos cuando la basura se acumula y la fumigación brilla por su ausencia.
Ana Isabel Abay Márquez, jefa del Departamento de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades, aseguró que el plan incluye fumigación, abatización e higienización de viviendas y espacios públicos. En el papel suena bonito. En la calle, muchos camagüeyanos dicen que eso no pasa de ser un cuento repetido.
La campaña llega en un momento delicado, con denuncias constantes sobre salideros, vertederos improvisados, barrios sin fumigar y un aumento evidente de casos febriles. La realidad va por un lado y la propaganda por otro, como casi siempre.
En redes sociales, la respuesta fue más que clara. En los comentarios al post de Radio Camagüey, abundaron las críticas y el escepticismo. Una usuaria contó que en su reparto han fumigado varias veces y los mosquitos siguen campando a sus anchas. Otra fue más dura: dijo que hay zonas enteras donde no hacen nada, con familias completas enfermas que ni siquiera van al médico porque saben que no hay con qué atenderlas.
Otros comentarios fueron directos al mentón. “Por mi barrio no han pasado”, escribió alguien sin rodeos. Y no faltó el humor negro tan cubano: “El peor mosquito de este país es el comunismo”, soltó un usuario, mientras otro se quejaba de que las autoridades se pasan el día entre campañas, mesas redondas y mentiras sin resolver lo básico.
En publicaciones similares, el tono fue igual de crítico. Vecinos reclamaron que antes de altavoces lo que hacen falta son camiones para recoger la basura. Alguien ironizó que quizás los mosquitos salgan huyendo del ruido. Risa amarga, pero risa al fin.
Este malestar ciudadano refleja el abismo entre las acciones oficiales y la crisis sanitaria real. El propio Ministerio de Salud Pública ha reconocido que el dengue y el chikungunya siguen en zona epidémica, con miles de enfermos que ni siquiera aparecen en las estadísticas porque no van a los hospitales.
La viceministra Carilda Peña García admitió recientemente que la mayoría de las provincias, incluida Camagüey, continúan dentro del corredor epidémico, con altas tasas de incidencia y serias dificultades para sostener la fumigación por falta de equipos y personal. Traducción: no hay recursos, pero sí altavoces.
En su último informe, el sistema sanitario reconoció al menos 47 muertes por arbovirosis, principalmente dengue y chikungunya, con los niños entre los más vulnerables. Un dato que contrasta brutalmente con el triunfalismo de estas campañas improvisadas.
Todo esto ocurre en vísperas del 17 de diciembre, cuando miles de cubanos veneran a San Lázaro, símbolo de la sanación y la esperanza. La fe popular vuelve a llenar el vacío que deja un Estado incapaz de garantizar medicamentos, higiene básica y control efectivo de las epidemias.







