El Gobierno cubano volvió a jugar a las escondidas. Mientras el dengue y el chikungunya se salían de control, el Ministerio de Salud Pública coló discretamente insumos clave para combatir mosquitos dentro de una petición internacional por daños del huracán Melissa, sin admitir que el país enfrentaba una epidemia activa y mortal.
Documentos obtenidos por la agencia EFE revelan que el 27 de octubre, justo en la semana más crítica del brote, el MINSAP envió a embajadas y agencias de la ONU una lista de “necesidades” donde incluyó cantidades enormes de larvicidas e insecticidas, presentadas como parte del enfrentamiento al huracán. Ni una palabra sobre dengue o chikungunya.
El título del documento lo dice todo: “Principales necesidades para el enfrentamiento del huracán Melisa por el Servicio Nacional de Salud”. Pero dentro, en el apartado de Higiene y Epidemiología, aparecían 200 toneladas de Abate al 1% y 40 toneladas de cipermetrina al 25%, dos productos directamente asociados al control del mosquito Aedes aegypti.
Expertos consultados por EFE coinciden en algo básico: esas cantidades no son para “posibles focos tras un ciclón”, sino para una campaña nacional de fumigación, es decir, para una epidemia declarada… o mejor dicho, no declarada.
Para ponerlo en contexto, con la cipermetrina solicitada se podrían realizar entre 666 mil y más de un millón de fumigaciones domiciliarias, y el Abate alcanzaría para tratar unos 100 kilómetros cuadrados de aguas contaminadas. Nada de eso cuadra con una respuesta puntual a un evento meteorológico.
Lo más grave es el silencio oficial. El régimen tardó 17 días más en reconocer públicamente la epidemia, pese al colapso hospitalario, los ingresos masivos de menores y las muertes que ya se acumulaban. Tampoco declaró emergencia sanitaria alguna. Todo a media voz, todo maquillado.
Hasta el momento descrito en el reporte, ningún país ni agencia internacional había respondido a esa solicitud específica, lo que deja al descubierto otra realidad incómoda: la desconfianza creciente hacia un gobierno que pide ayuda sin decir la verdad completa.
Semanas después, el propio MINSAP terminó admitiendo lo que ya era evidente para cualquiera que viva en Cuba: las campañas de fumigación estaban afectadas por falta de insumos y de personal. Traducido al cubano: no hay con qué, no hay quién y no hay cómo.
Mientras tanto, la epidemia sigue cobrando vidas. El saldo oficial ya asciende a 52 fallecidos, 34 por chikungunya y 18 por dengue. Más de 47 mil casos acumulados, con transmisión en todas las provincias y decenas de niños en cuidados intensivos, muchos en estado crítico.
El patrón se repite. Primero se oculta, luego se minimiza y al final se pide ayuda por la puerta de atrás. No es un error, es método. Y en ese juego político, los que pagan el precio son los cubanos, especialmente los más vulnerables.
La epidemia no cayó del cielo ni vino con el huracán. Es el resultado directo del abandono, la falta de recursos y la obsesión del régimen por controlar el relato antes que salvar vidas. Y eso, por mucho Abate que pidan, no se fumiga.










