Régimen cubano admite que la nueva tasa cambiaria «no es lo que muchos esperaban»

Redacción

El propio Banco Central de Cuba terminó diciendo en voz alta lo que en la calle ya nadie discute. La nueva tasa cambiaria oficial no es lo que muchos esperaban, reconoció este miércoles la institución, apenas días después de relanzar el mercado cambiario con un dólar fijado en 410 pesos cubanos y un euro en 481,42. Una confesión tardía que confirma que el régimen volvió a llegar tarde, mal y sin credibilidad.

La admisión salió de boca de Ian Pedro Carbonell, director de Políticas Macroeconómicas del BCC, en declaraciones al medio oficial Cubadebate. Allí intentó maquillar la jugada explicando que el objetivo es “ordenar los flujos de divisas” y construir un mercado oficial “legal y transparente”. Pero el propio funcionario tuvo que aceptar que el mercado informal seguirá mandando, al menos por ahora. Traducido al cubano de a pie: el peso sigue sin valer nada y la calle sigue poniendo el precio.

El rediseño del sistema cambiario se vende como parte del llamado Programa de Estabilización Macroeconómica, otro nombre rimbombante para un paquete de parches. Según Carbonell, el esquema responde a “las condiciones reales de la economía”, una economía marcada por caída del PIB, escasez crónica de divisas y un déficit fiscal que no deja respirar. El problema es que esas condiciones llevan años golpeando a la población, mientras el Gobierno se limita a reaccionar cuando ya no le queda margen.

Lejos de corregir las distorsiones, el nuevo tipo de cambio oficial se pegó descaradamente al valor del mercado negro, validando lo que durante años el régimen llamó ilegal y especulativo. Hoy el medio independiente elTOQUE sitúa el dólar en 440 CUP y el euro en 480, cifras prácticamente calcadas a las del Banco Central y CADECA. El mensaje es claro: el Estado no impuso un precio realista, simplemente terminó aceptando el que la economía sumergida le impuso a él.

La presidenta del Banco Central, Juana Lilia Delgado, había presentado la medida en televisión como una vía para “recuperar la capacidad de compra del peso cubano”. La realidad es mucho más cruda. La nueva tasa no fortalece al peso, solo confirma su debilidad extrema y deja al descubierto el fracaso de años de experimentos cambiarios, desde el Ordenamiento Monetario hasta este último intento de control.

Con el dólar a 410 pesos, el salario medio nacional, oficialmente en 6.685 CUP, equivale a unos míseros 16 dólares al mes. El salario mínimo apenas roza los cinco dólares. En la práctica, el salario promedio sube un dólar respecto al esquema anterior, una mejora simbólica que no mueve la aguja mientras los precios de los alimentos, los medicamentos y los productos básicos siguen dolarizados, ya sea en MLC o en efectivo.

Economistas independientes lo dicen sin rodeos. Javier Pérez Capdevila calculó que vivir en Cuba cuesta más de 50.000 pesos mensuales, unas ocho veces el salario promedio. En otras palabras, trabajar en Cuba no alcanza para vivir, y el salario mínimo no cubre ni una fracción decente de las necesidades básicas de una familia. Ninguna tasa “flotante” cambia eso.

El Banco Central promete que el tipo de cambio se ajustará con frecuencia, incluso a diario, según el mercado. Pero evita explicar lo esencial: de dónde saldrán los dólares para sostener ese sistema. Por ahora, admite que solo venderá lo que logre comprar, dependiendo de remesas, exportaciones y operaciones en CADECA. Es decir, un mercado raquítico, sin respaldo real y sin capacidad de generar confianza.

El resultado es un esquema que no rescata al peso cubano ni devuelve credibilidad al sistema financiero. Cuba sigue dolarizada en los hechos, empobrecida en los salarios y atrapada en una economía donde la tasa real se sigue fijando en la calle, no en los despachos del Banco Central. Y el propio régimen, aunque le cueste admitirlo, lo sabe.

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