Régimen mueve fichas: Anuncian la separación de sus cargos del Presidente del Tribunal Supremo y Secretario General de la CTC

Redacción

En una maniobra que huele más a urgencia que a renovación, Miguel Díaz-Canel anunció este jueves varios cambios en la cúpula judicial y política cubana, en un contexto marcado por malestar social creciente, desgaste interno y pérdida acelerada de credibilidad. El mensaje oficial habla de ajustes “naturales”, pero la realidad apunta a un régimen que se mueve nervioso, tratando de tapar grietas que ya son imposibles de ocultar.

Durante una sesión del Consejo de Estado, el gobernante informó que Rubén Remigio Ferro fue apartado de la presidencia del Tribunal Supremo Popular, el máximo órgano judicial del país. En su lugar asumirá Óscar Silvera Martínez, hasta ahora ministro de Justicia. El lenguaje fue frío y calculado: Remigio fue “liberado de su cargo”, una fórmula clásica para evitar explicaciones incómodas.

La figura del ahora exjefe del sistema judicial llevaba tiempo bajo la lupa pública, no precisamente por su desempeño profesional. El contraste obsceno entre el discurso oficial y la vida de su hijo se convirtió en tema recurrente en redes y medios independientes. Mientras el régimen exige sacrificios y resistencia al pueblo, Rubén Remigio hijo exhibía viajes internacionales, ropa de marcas de lujo y una vida que ningún joven dentro de la isla puede soñar con costear.

Las imágenes de París, Londres o Cancún, combinadas con accesorios caros y estilos de vida de élite, chocaron de frente con la realidad de miles de universitarios cubanos que sobreviven con salarios simbólicos y apagones diarios. Ese choque moral terminó convirtiéndose en un símbolo del divorcio total entre la cúpula del poder y la Cuba real, y muchos ven ahí una de las razones no dichas de la salida de Remigio Ferro.

El régimen intenta vender el movimiento como parte de una “renovación”, pero cuesta creerlo cuando los cambios ocurren justo cuando la presión social aprieta y la narrativa oficial hace agua. Según Cubadebate, la jurista Rosabel Gamón Verde fue propuesta para sustituir a Silvera en el Ministerio de Justicia, un relevo que, de concretarse, apenas maquillaría un sistema profundamente subordinado al Partido Comunista.

La sacudida no se quedó en los tribunales. Desde la Asamblea Nacional se informó que llegaron varias renuncias de figuras clave del aparato político, un dato que confirma tensiones internas que ya no se pueden esconder. Algunas dimisiones fueron aceptadas, otras quedaron en el aire, alimentando rumores sobre pugnas y reacomodos dentro del poder duro.

Uno de los casos más simbólicos es el de Ricardo Rodríguez González, exlíder de la FEU, cuya salida ocurre después del rechazo masivo que provocó su defensa pública de Díaz-Canel y de ETECSA tras el tarifazo de internet. Aquella crisis marcó un antes y un después: miles de jóvenes gritaron en redes “No nos representa”, dejando claro que las organizaciones oficiales ya no conectan con las nuevas generaciones.

También se cierra el ciclo de Ulises Guilarte al frente de la CTC, una central sindical que bajo su mando terminó de consolidarse como un apéndice dócil del Partido Comunista, incapaz de defender a los trabajadores frente a salarios de miseria y condiciones laborales abusivas. Su salida no despierta nostalgia, sino hastío.

Los relevos anunciados no generan expectativas reales. Para muchos cubanos, estos movimientos confirman que el régimen no se está reformando, sino replegando, cambiando caras sin tocar el fondo del problema. Más que estabilidad, lo que reflejan es miedo. Miedo a un país cansado, desconectado y cada vez menos dispuesto a tragarse el mismo discurso reciclado.

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