El Banco Central de Cuba (BCC) publicó este 18 de diciembre de 2025 las nuevas tasas oficiales de cambio que comenzarán a aplicarse en las casas de cambio CADECA, como parte del llamado “mercado cambiario transformado”. El anuncio llega envuelto en palabras rimbombantes, pero cuando se mira el bolsillo del cubano, la historia es otra bien distinta.
Por primera vez, el régimen introduce una supuesta tasa “flotante”, que —según la versión oficial— se actualizará a diario en función de la oferta y la demanda. Suena bonito. El problema es que, en Cuba, la oferta la controla el Estado y la demanda la sufre el pueblo.
Ese mismo día, las cifras oficiales mostraban un dólar que el Estado compra alrededor de 402 pesos y vende por encima de 418, mientras el euro ronda entre 472 y 491 pesos. En el papel, esto representa un salto enorme frente al viejo cambio artificial de 120 CUP. En la vida real, sigue quedándose corto.
Basta mirar al mercado informal para aterrizar de golpe. Según los datos publicados por el medio independiente El Toque, el dólar en la calle se mueve alrededor de 440 pesos, el euro cerca de 480, y el MLC sigue su propio camino, muy por debajo, reflejando el caos monetario creado por el propio Gobierno.
La diferencia es clara: el dólar vale casi 40 pesos más fuera de CADECA, y el euro apenas se despega de la tasa oficial. Esa brecha confirma algo que el régimen se resiste a aceptar: el mercado estatal siempre va detrás de la realidad, nunca delante.
El problema no es técnico, es estructural. El Estado no tiene divisas suficientes, y el peso cubano carga con una desconfianza que no se arregla cambiando números en una pizarra. Por eso restringen la venta, controlan el acceso y fijan tasas que no reflejan lo que realmente pasa en la calle.
Mientras tanto, los cubanos que reciben remesas o manejan dólares hacen lo que han hecho siempre: ir al mercado informal, donde el precio es mejor y el trámite no depende del humor de una cajera ni de una plataforma caída. Ahí es donde se decide el valor real del dinero.
Aunque el Banco Central hable de “flotación controlada”, no hay flotación alguna. Hay manipulación. El dólar no flota libremente; nada en una pecera cerrada, con el Estado decidiendo cuándo, cómo y a quién vende.
Economistas críticos han advertido que mantener múltiples tasas de cambio solo fragmenta el mercado y profundiza las distorsiones. Y como siempre, la factura la paga la gente común, la que no tiene acceso al dólar de 24 ni al de 120, sino al salario en pesos que se evapora antes de llegar a fin de mes.
El BCC promete que la tasa del nuevo segmento se ajustará según “las condiciones reales de la economía”. Pero mientras el Estado siga monopolizando las divisas y limitando las operaciones a unas pocas CADECA, esa promesa no pasa de ser propaganda.
Subir la tasa oficial a más de 400 pesos puede parecer un avance, pero no resuelve lo esencial: el cubano de a pie sigue sin poder comprar dólares libremente, sigue cobrando en pesos devaluados y sigue viviendo en una economía donde la calle manda más que cualquier resolución.
El resultado es tan predecible como doloroso. El mercado informal seguirá siendo el verdadero termómetro de Cuba, por mucho que el régimen insista en vender control donde solo hay escasez y desconfianza.










