Mientras Cuba se cae a pedazos, Díaz-Canel propone que el 2026 sea declarado como el “Año del Centenario del Comandante en Jefe Fidel Castro»

Redacción

En medio de una crisis que no da tregua, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez propuso ante la Asamblea Nacional que el año 2026 sea declarado oficialmente como el “Año del Centenario del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz”. La iniciativa confirma que, cuando faltan soluciones reales, el régimen vuelve a refugiarse en la propaganda y en el pasado.

La propuesta no llega acompañada de medidas concretas para aliviar la vida cotidiana de los cubanos, sino de retórica ideológica reciclada, justo cuando el país enfrenta apagones interminables, inflación desbocada y una migración masiva sin precedentes. Para el poder, la prioridad sigue siendo el relato, no la realidad.

Durante su intervención, Díaz-Canel apeló al discurso habitual y pidió que cada acción del Estado en 2026 esté “impregnada del espíritu fidelista”, desde las supuestas transformaciones económicas hasta los gestos más simples de solidaridad. Según sus palabras, todo debe girar alrededor del legado de Fidel Castro, como si invocarlo bastara para resolver el desastre acumulado durante décadas.

El mensaje suena hueco para una población agotada. Hablar de justicia social mientras millones sobreviven con salarios y pensiones que no alcanzan ni para comer resulta, para muchos, una burla. En la Cuba real, el “amor al pueblo” no se traduce en comida, electricidad ni medicinas.

La idea de dedicar todo un año a exaltar la figura de Fidel Castro refuerza la sensación de estancamiento político y mental. Mientras otros países discuten futuro, desarrollo y bienestar, el régimen cubano insiste en mirar hacia atrás, aferrado a un liderazgo histórico que no puede responder a los problemas del presente.

Para amplios sectores de la sociedad, esta propuesta confirma que el poder sigue desconectado del sufrimiento cotidiano. En lugar de asumir responsabilidades por el colapso económico y social, se opta por más consignas, más homenajes y más culto a la personalidad.

En un país donde cada día es una lucha por sobrevivir, proclamar un nuevo año dedicado a Fidel no genera esperanza, sino hartazgo. El pueblo no necesita más símbolos ni discursos épicos; necesita cambios reales, oportunidades y un futuro que no dependa eternamente del pasado.

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