Apenas tres días después de su estreno, el tan anunciado sistema cambiario “flotante” del régimen cubano ya mostró sus primeros retoques. No fueron grandes cambios ni mucho menos una sacudida económica, pero sí suficientes para dejar claro que el experimento empezó con el pie torcido.
Este sábado, el Banco Central de Cuba informó una ligera rebaja en sus tasas oficiales. El dólar pasó de 410 a 408 pesos cubanos, mientras que el euro descendió de 481,42 a 477,85 CUP. Dos pesos menos para la moneda estadounidense y casi cuatro para la europea. Ajustes mínimos, casi cosméticos.
Mientras tanto, en la calle —donde se decide de verdad el precio del dinero— no se movió ni una coma. El dólar sigue plantado en 440 CUP y el euro en 480 CUP, según el monitoreo diario de elTOQUE. Es decir, el “mercado flotante” del Estado flota solo en los comunicados oficiales.
La supuesta flotación no ha logrado reflejarse en un espacio donde nadie compra ni vende a los valores fijados por el Banco Central. Un mercado que no conecta con la realidad termina siendo un mercado fantasma.
El nuevo esquema cambiario fue lanzado el 18 de diciembre como parte del Programa de Estabilización Macroeconómica del régimen, una iniciativa que promete orden, pero entrega confusión. Desde el discurso oficial, se insiste en que el sistema ayudará a avanzar hacia una futura unificación cambiaria sin provocar un colapso monetario.
La presidenta del Banco Central, Juana Lilia Delgado, defendió el modelo asegurando que permitiría reflejar “las condiciones reales de la economía cubana”. Sin embargo, la economía real —la de las colas, los apagones y los salarios pulverizados— sigue funcionando con otras reglas.
En la práctica, la oferta de divisas continúa siendo mínima, casi simbólica. Todo depende de remesas, exportaciones controladas y una red oficial incapaz de garantizar liquidez. A través de CADECA, las personas apenas pueden aspirar a comprar hasta 100 dólares por turno digital, siempre y cuando aparezcan. Algo que pasa poco… o nunca.
La “tasa flotante” prometida se parece más a un espejismo en medio del desierto que a un mecanismo de mercado funcional. Sin confianza, sin volumen y sin transparencia, no hay flotación que aguante.
El anuncio fue vendido como un paso hacia la transparencia y como una forma de reducir el mercado informal. Pero desde su puesta en marcha, ha quedado claro que no hay libre juego de oferta y demanda, y mucho menos credibilidad ciudadana.
En redes sociales, incluso en espacios oficialistas como Cubadebate, las reacciones han sido mayormente de burla e incredulidad. “Tanto criticar a elTOQUE para terminar copiando la tasa”, escribió un usuario, resumiento el sentir de muchos que ven en este sistema una admisión tardía de una realidad que el régimen negó durante años.
El pequeño retroceso de las tasas oficiales este sábado solo confirma lo evidente: sin un mercado real de divisas, cualquier ajuste es puro maquillaje. Es una flotación que no toca tierra. Flota, sí… pero en el aire.
Mientras tanto, el mercado informal sigue marcando el pulso económico del país. Este 20 de diciembre, el dólar y el euro permanecieron estables, indiferentes a los movimientos del Banco Central. La MLC, ese invento digital del régimen, bajó ligeramente de 315 a 310 CUP, un ajuste menor que no cambia el panorama.
Por tercer día consecutivo, los indicadores que de verdad importan se mantienen firmes fuera del control estatal. La calle sigue siendo el termómetro real de la economía cubana, no las resoluciones ni los partes oficiales.
Al final, la creación de una tasa flotante para personas naturales y mipymes no es una victoria, sino una confesión de fracaso. El Estado reconoce, aunque no lo diga, que su modelo no pudo imponer reglas claras ni generar confianza.
En teoría, el sistema permitiría a pequeños empresarios acceder a divisas desde cuentas fiscales. En la práctica, la mayoría sigue dependiendo del mercado informal, porque ahí sí hay dólares… aunque cuesten más.
Así, la tasa flotante no parece una reforma estructural, sino una resignación disfrazada de política monetaria. Un intento tardío de ponerle nombre oficial a una economía informal que el propio régimen ayudó a crear… y que hoy funciona mejor que la suya.










