Desde Malasia, a miles de kilómetros de distancia, salió un cargamento con sábanas y toallas destinado a familias cubanas afectadas por el paso del huracán Melissa. La noticia llegó este miércoles, acompañada —como casi siempre— de agradecimientos oficiales y palabras bonitas. Sin embargo, desde el primer momento, la propia prensa oficialista se encargó de aclarar algo: la ayuda es “pequeña” y “modesta”.
El donativo aterrizó en Cuba con el objetivo de apoyar a familias del oriente del país que lo perdieron todo tras las inundaciones provocadas por el ciclón. Según se informó, estas sábanas y toallas serían para comunidades donde las casas quedaron bajo el agua y las pertenencias desaparecieron entre el fango y la corriente.
Aun así, el énfasis no estuvo tanto en la magnitud de la ayuda como en su simbolismo. La embajadora cubana en Malasia, Yadira Ledesma, aseguró que el envío representa “apoyo, cariño y admiración por la resistencia” del pueblo cubano. Agradeció además a amigos de Cuba en ese país asiático, a médicos malasios graduados en la isla, a cubanos residentes allí y hasta a la Embajada de Cuba en Países Bajos, que colaboró para que el proyecto se concretara.
Según la diplomática, llevar a cabo esta ayuda humanitaria fue casi una hazaña. Habló de “incontables dificultades” y volvió a colocar el foco en las sanciones de Estados Unidos, a las que calificó como obstáculos “casi infranqueables”. En sus palabras, “casi tuvimos que hacer magia para lograrlo”, defendiendo que el pueblo cubano “lo necesita y lo merece”.
El cargamento, básicamente sábanas y toallas, fue presentado como un gesto solidario que, aunque limitado, busca acompañar a los damnificados. Nada más. Nada menos. La embajadora incluso cerró su mensaje con una frase cargada de lirismo: que “sobre esas sábanas se sigan tejiendo los sueños de una Cuba mejor”. Una imagen bonita, aunque difícil de sostener cuando lo material escasea tanto.
Este no ha sido el único envío reciente. Días atrás, otro donativo llegó a Santiago de Cuba procedente de Martinica, con unas 14.5 toneladas de medicamentos, alimentos, ropa y artículos de primera necesidad. Según la versión oficial, también estaba destinado a apoyar a los afectados por el huracán Melissa y tendría un impacto especial en el sector de la salud.
Ese cargamento incluiría medicinas, artículos de aseo e incluso juguetes para niños. Autoridades locales hablaron de su distribución y utilidad, como suele ocurrir en estos casos. El problema es que, en la práctica, la historia rara vez termina como se cuenta en las notas oficiales.
La realidad de las donaciones en Cuba suele ser otra. Son muchas las denuncias de ayudas que llegan incompletas, en mal estado o que nunca alcanzan a quienes realmente las necesitan. Procesos opacos, falta de transparencia y favoritismos son palabras que se repiten una y otra vez en redes sociales y conversaciones de barrio.
Un ejemplo reciente desató indignación en Santiago de Cuba. Un anciano de 86 años, en el municipio San Luis, fue “beneficiado” con una supuesta ayuda social que terminó siendo una burla. El caso fue denunciado por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada.
Según la denuncia, Roberto Flores Baños, residente en la comunidad de Leonor, Dos Caminos de San Luis, recibió como donación una chaqueta desgastada y un pantalón viejo, ambos rotos y manchados. Esa fue toda la “ayuda” gestionada por una trabajadora social. La imagen corrió por redes y volvió a poner sobre la mesa una verdad incómoda: mientras la ayuda internacional llega en cantidades mínimas, la dignidad de los más vulnerables sigue quedándose por el camino.










