La explosión de casos de arbovirosis obligó al régimen a montar, a toda prisa, una llamada “intervención” sanitaria en Velasco, una comunidad rural del municipio Gibara, en Holguín. Otra vez la historia conocida: cuando el problema se sale de control, entonces llegan las brigadas, las cámaras y los discursos.
La prensa oficial, fiel a su costumbre de decir poco y ocultar mucho, evitó precisar cuántos enfermos hay realmente y qué tan grave es la situación. Solo confirmó que cerca de un centenar de trabajadores de la salud y estudiantes de Ciencias Médicas fueron enviados al lugar para tareas de asistencia, pesquisa activa y control del mosquito, como si eso resolviera años de abandono.
Según el relato oficial, al poblado arribaron especialistas de unas veinte ramas médicas con el objetivo de “acercar los servicios de salud” a una zona de difícil acceso. La pregunta cae sola: ¿por qué esa atención no estaba allí antes de que el dengue se cobrara vidas? Porque en Cuba la prevención siempre llega tarde.
Los estudiantes de Medicina, usados una vez más como parche del sistema, realizaron pesquisas casa por casa para detectar pacientes que necesitaran una evaluación más profunda o seguimiento clínico. Todo muy bonito en el papel, pero en la práctica, sin recursos, sin medicamentos y con hospitales al límite.
Como parte del operativo, también se fumigaron viviendas y espacios públicos, una medida que el régimen vende como solución milagro, aunque todos saben que la proliferación del mosquito es consecuencia directa de la falta de agua, la basura acumulada y el colapso de los servicios básicos, responsabilidades que el Estado prefiere ignorar.
Una crisis que ya dejó muertos
El propio Ministerio de Salud Pública reconoció esta semana una cifra que estremece: 55 fallecidos y 43 pacientes en estado grave por arbovirosis en todo el país. La confirmación llegó de boca de la viceministra Carilda Peña García, en una comparecencia que intentó maquillar una realidad imposible de esconder.
Según explicó la funcionaria, el aumento de casos está relacionado principalmente con el dengue y el chikungunya. Aunque aseguró que no se han detectado nuevos contagios de fiebre de Oropouche en los últimos días, el panorama sigue siendo alarmante.
De los fallecidos, 18 murieron por dengue y el resto por chikungunya. Lo más doloroso es que la mayoría de las víctimas son menores de 18 años, una tragedia que deja al desnudo el fracaso absoluto del sistema de salud que el régimen sigue vendiendo como “potencia médica”.
Actualmente, 43 pacientes permanecen ingresados en unidades de cuidados intensivos, cinco más que el día anterior. Otra vez, la mayoría son niños y adolescentes. Mientras tanto, las familias hacen malabares para conseguir analgésicos, sueros y antibióticos que no aparecen ni en hospitales ni en farmacias.
Durante su intervención en Canal Caribe, Peña García informó que más de dos mil personas fueron pesquisadas recientemente con síndrome febril, la mayoría enviadas a casa bajo “seguimiento”, porque no hay camas, no hay personal suficiente y no hay con qué atenderlos.
Aunque el MINSAP insiste en que el índice de incidencia del dengue es menor al del mismo período de 2024, la transmisión sigue activa en todas las provincias del país. En el caso del chikungunya, se reportaron cientos de nuevos casos sospechosos y decenas confirmados por laboratorio, elevando el total acumulado a casi 48 mil personas afectadas.







