Magdiel Pérez, de ser uno de los rostros habituales en la Televisión Cubana a trabajar en Walmart en Estados Unidos

Redacción

Magdiel Pérez, conocido durante años como una de las voces y rostros habituales de la televisión cubana, volvió a colocarse en el centro de la conversación pública, esta vez no por un programa en pantalla, sino por su realidad como emigrante en Estados Unidos, donde actualmente trabaja en un Walmart.

La historia generó ruido inmediato en redes sociales y medios, sobre todo después de que el sitio oficialista Habana Noticias intentara presentarla con un tono claramente despectivo, como si trabajar honradamente fuera motivo de vergüenza, y como si emigrar fuera una especie de castigo divino para quien se va del “paraíso socialista”.

El contraste es evidente. Durante años, Pérez tuvo un papel visible en los medios estatales, especialmente en Canal Habana y Radio Rebelde, formando parte de una generación de comunicadores moldeados para repetir el libreto oficial. Hoy, su realidad es otra, lejos de los estudios de grabación y mucho más cerca de la vida real que millones de cubanos sueñan tener.

Pero el tiro le salió por la culata al oficialismo. Lejos de provocar burla o rechazo, muchos salieron en defensa de Magdiel, recordando una verdad incómoda para el régimen: no hay trabajo indigno, indigno es condenar a un profesional a la miseria dentro de Cuba mientras una élite vive de privilegios.

La narrativa castrista intentó vender su empleo como símbolo de “fracaso”, ignorando que en la Isla miles de médicos, ingenieros y periodistas sobreviven con salarios de hambre, sin opciones reales y atrapados en un sistema que no premia el talento, sino la obediencia.

Tras su salida del país, algunos sectores del exilio han señalado a Pérez por no haber asumido una postura pública frontal contra el régimen, a diferencia de otros excomunicadores que sí rompieron abiertamente con el sistema que los formó. Su silencio político ha sido interpretado de muchas maneras, desde evasión hasta una decisión consciente de cerrar un capítulo sin convertir su vida en trinchera ideológica.

Para algunos, Magdiel simplemente eligió el camino más humano: empezar de cero, sin micrófonos oficiales ni consignas obligatorias, concentrado en reconstruirse lejos de un país que le ofrecía visibilidad, pero no libertad. Para otros, esa neutralidad sigue siendo incómoda. El debate está servido.

Lo que sí resulta evidente es que, incluso desde su nueva realidad, Pérez mantiene un vínculo emocional con Cuba. En videos recientes, grabados en los alrededores de un Walmart, ha hablado de béisbol, una pasión que conecta generaciones y que sigue siendo refugio para muchos cubanos dentro y fuera de la Isla.

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