“Salgan de ahí”: la respuesta del Estado a una madre con dos niños en una casa en ruinas

Redacción

Hay historias que no necesitan exagerarse porque la realidad ya es suficientemente cruel. En Santiago de Cuba, una madre vive desde hace años junto a sus dos hijos pequeños y su propia madre en una casa que oficialmente está declarada derrumbe total desde el paso del huracán Sandy. Han pasado más de diez años. Y la ayuda prometida… nunca llegó.

Esta historia salió a la luz gracias al periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, quien volvió a poner el foco donde casi nadie quiere mirar: en el abandono sistemático, en la miseria normalizada y en el silencio de un Estado que solo aparece para ordenar, nunca para resolver.

La vivienda, ubicada en la ciudad de Santiago de Cuba, quedó gravemente dañada desde Sandy. Con el paso del tiempo y la falta total de reparación, la situación empeoró. Pero tras el reciente huracán Melissa, el hogar pasó de estar en condiciones precarias a convertirse en un peligro inminente. Paredes colapsadas, otras sostenidas “por milagro”, techos a punto de caer. Un lugar donde vivir ya no es vivir, es resistir.

Según contó Mayeta en una publicación en Facebook —sin revelar la identidad de la familia—, el miedo principal es por los niños. Dormir allí es jugar a la ruleta rusa cada noche. Un derrumbe puede ocurrir en cualquier momento. Y aun así, la respuesta oficial fue tan fría como brutal.

Durante años, esta familia hizo lo que el propio sistema exige: trámites, visitas, cartas, gestiones ante distintas instancias. Siempre escucharon lo mismo: “está informado, eso se va a resolver”. Una frase que en Cuba suele significar exactamente lo contrario. Nada se resolvió.

Después del último ciclón, la madre volvió a tocar puertas. Esta vez no por esperanza, sino por urgencia. Fue a ver a la delegada de la circunscripción, consciente de que la casa ya no aguanta más. La respuesta fue demoledora:
“Eso no tiene solución en mis manos. Salgan de ahí.”

Y ahí es donde Mayeta —y cualquiera con un mínimo de humanidad— se hace las preguntas que nadie del poder respondió:
¿Salir para dónde?
¿Con qué dinero?
¿A casa de quién?

Porque en Cuba no basta con decir “salgan”. No hay albergue, no hay vivienda alternativa, no hay plan de emergencia. No hay nada.

Hasta ahora, la única “ayuda” recibida resume perfectamente el abandono institucional: una colchoneta. Y ni siquiera fue gratis. La familia tuvo que pagar 2.050 pesos cubanos por ella. No hubo materiales de construcción. No hubo albergue temporal. No hubo protección especial para los menores. No hubo solución digna, ni siquiera provisional.

Mientras la casa se cae a pedazos, las autoridades se pasan la responsabilidad de una oficina a otra, archivan papeles, redactan informes y esperan, quizás, a que ocurra la tragedia que luego lamentarán con comunicados vacíos.

Las imágenes que acompañan la denuncia no buscan lástima. Buscan algo mucho más básico: respuesta, acción y protección para dos niños. Buscan evitar una muerte que ya se ve venir.

Porque cuando una vivienda colapsa tras años de advertencias ignoradas, ya no es culpa del huracán.
Es abandono.
Es negligencia.
Es un fracaso humano.

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