Cándido Fabré volvió a usar sus redes sociales para exigir la liberación de Juan Ramiro Arzuága, integrante de su orquesta y conocido como “El Moro”, quien permanece encarcelado desde hace meses. Según insiste el músico, su compañero está preso injustamente, aunque hasta hoy no existe información oficial que explique de qué se le acusa.
Esta vez, Fabré fue un paso más allá y acompañó su reclamo con una apelación directa al legado de Fidel Castro y a su famosa definición de Revolución. Un gesto que, lejos de aclarar el caso, terminó dejando en evidencia las grietas del propio sistema que dice defender.
En su mensaje, el artista mezcló dolor personal, reproche contenido y fidelidad ideológica. Todo envuelto en una súplica para que se respeten “los valores” proclamados por el líder histórico, esos que el régimen repite en discursos, pero ignora cuando se trata de justicia real.
Desde hace meses, Fabré denuncia lo que considera una detención arbitraria. Su compañero continúa recluido en la prisión de San José, en Mayabeque, sin que —según afirma— existan pruebas ni cargos claros. El músico lo dice sin rodeos: “El muchacho está limpio”, y advierte que no intenten “embarrarlo” para justificar lo injustificable.
“Me duele mucho pensar que aún mantienen injustamente en prisión a uno de mis compañeros de trabajo”, escribió Fabré, expresando su deseo de que Arzuága pueda reencontrarse con su hijo y su familia antes de que termine el año. Todo esto, subrayó, en el centenario de Fidel Castro, como si la fecha tuviera algún peso real en un sistema donde las prisiones están llenas de inocentes.
Fabré aclaró que su reclamo no es solo por su músico, sino por “la justicia que merece todo el que la merezca”. Sin embargo, el mensaje más llamativo llegó cuando lanzó una pregunta que retumba más de lo que él mismo parece asumir: “¿Cuándo tendrán en cuenta el concepto de Revolución del Comandante en Jefe?”. Y remató con una frase muy cubana: “El gato tiene cuatro patas, no le busquen la quinta”.
La ironía es evidente. Al invocar el discurso de Fidel Castro del año 2000, aquel que hablaba de “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, Fabré no rompe con el sistema, pero deja claro que el propio Estado viola a diario los principios que dice defender. Sin querer, pone el dedo en la llaga.
A pesar del ruido público, no existe información oficial sobre los cargos contra Juan Ramiro Arzuága. El silencio de las autoridades es total. Fabré sostiene que su compañero está preso “sin delito” y que “en todos los registros está limpio”. Esa falta de transparencia, habitual en Cuba, ha generado tanto solidaridad como sospechas.
Algunos seguidores le piden explicaciones más claras, otros lo apoyan sin cuestionar nada. Hay quienes le dicen que, si él lo defiende, es porque algo turbio está pasando desde el poder. Y no faltan los que le reclaman que amplíe su voz y hable también por otros presos, como los del 11J, olvidados por un sistema que solo escucha cuando le conviene.
Incluso entre quienes comparten su fidelidad ideológica, el mensaje provocó incomodidad. Muchos señalan la contradicción entre apelar al legado de Fidel y la realidad actual del país, donde la justicia funciona como un arma política y no como un derecho ciudadano.
La frase “¿Cuándo tendrán en cuenta el concepto Revolución?” resume el lugar incómodo en el que se mueve Fabré. No habla como opositor, sino como creyente en un ideal que el propio régimen se encargó de traicionar. Su reclamo no es jurídico ni político en sentido estricto, pero resulta profundamente incómodo porque nace desde adentro.










