A pocos días de la Navidad, la realidad del mercado cubano vuelve a dar un golpe seco al bolsillo y a la mesa de las familias. Los precios de los alimentos se han ido por las nubes, confirmando lo que ya es rutina en la isla: sobrevivir cuesta más cada día y celebrar se ha vuelto un privilegio.
Los datos recogidos este 22 de diciembre reflejan una subida generalizada tanto en productos importados como en los nacionales, sin que exista diferencia real entre mercados estatales, privados o improvisados. Todo está caro, todo falta y todo cambia de precio de un día para otro.
En las MIPYMES y mercados privados, el arroz importado se mueve entre cifras que rondan los 700 y hasta más de 800 pesos por kilogramo, mientras los frijoles negros ya se venden como si fueran oro, con precios que superan con facilidad los 800 pesos por apenas medio kilo. El café importado se mantiene por encima de los 2.000 pesos el paquete y el azúcar, ese producto que Cuba exportaba al mundo, hoy se paga a casi 300 pesos la libra.
La carne, sencillamente, es un lujo para la mayoría. El lomo y la pierna de cerdo se cotizan por encima de los 1.100 pesos la libra, y el picadillo, que antes resolvía, ya no es tan “popular” cuando pasa de los 300 pesos. El pollo, imprescindible en estas fechas, alcanza precios absurdos: paquetes de dos kilos rondan los 5.000 pesos y presentaciones mayores superan los 6.000, mientras el pollo entero tampoco baja de los 2.000 pesos.
El huevo, termómetro infalible de la crisis, se ha convertido en símbolo del descalabro. Un cartón de 30 unidades se vende alrededor de los 3.000 pesos, lo que significa que un simple desayuno puede costar lo mismo que una semana de trabajo, en un país donde el salario promedio apenas ronda los 5.000 pesos mensuales.
Ni siquiera los agromercados, tradicionalmente más accesibles, ofrecen alivio. La fruta bomba, el tomate y la piña se venden a precios que hace pocos años habrían parecido impensables. La cebolla, básica en cualquier cocina, supera con facilidad los 400 pesos la libra, mientras el limón se ha convertido en un artículo casi prohibido. Incluso productos como la yuca y el boniato, de los más humildes, ya pesan en el bolsillo cuando se comparan con ingresos que no crecen.
Esta Navidad llega marcada por la escasez, la inflación y la pérdida total del poder adquisitivo. La combinación de una economía colapsada, una moneda devaluada y un mercado cada vez más dolarizado ha convertido los alimentos básicos en artículos de lujo.
Mientras el Gobierno insiste en repetir el cuento del embargo como excusa universal, los cubanos enfrentan una realidad tozuda: precios que suben sin control, salarios que no alcanzan y ninguna señal de alivio en el horizonte. “Este año ni cerdo ni arroz puedo comprar”, comenta una habanera con resignación. “Solo con los huevos se va medio salario”.










