Ignacio Giménez anuncia «inversión» de siete mil millones de dólares en Pinar del Río para «irradiar progreso al resto de Cuba»

Redacción

Ignacio Giménez reapareció en redes sociales con otro de sus mensajes grandilocuentes, cargados de promesas imposibles y una narrativa que ya muchos cubanos reconocen como puro humo. Esta vez, el autodenominado “salvador” anunció que hará un supuesto “regalo de Año Nuevo” a los cubanos, prometiendo incrementar el saldo de cuentas o tarjetas en la Isla durante la primera semana de enero, como si el colapso del país se resolviera con una recarga milagrosa.

En el mismo mensaje, Giménez reconoce —aunque a regañadientes— que “la solución del problema cubano está muy lejos”, pero acto seguido decide retirarse del tema para concentrarse en proyectos personales que suenan más a fantasía que a plan real. Según él, dejará atrás su cruzada cubana para dedicarse a dos iniciativas que dice tener “arrinconadas”, ambas envueltas en cifras astronómicas y promesas de grandeza.

Uno de esos proyectos sería la creación de un estudio de grabación profesional con canal de televisión propio y un programa dirigido y presentado por él mismo, todo supuestamente instalado en una finca a pocos kilómetros de Madrid. El otro, aún más descomunal, sería un plan inmobiliario valorado en siete mil millones de dólares, con campos de golf, villas de lujo, hoteles, centros comerciales y hasta la marina recreativa más grande de Latinoamérica.

La parte más surrealista llega cuando asegura que ese megaproyecto estaría ubicado en Punta Colorada, en Pinar del Río, desde donde —según su visión— irradiaría progreso al resto de Cuba “por efecto contagio”. Una narrativa que ignora por completo la realidad de un país sin seguridad jurídica, sin infraestructura básica, con apagones diarios y bajo el control absoluto de un régimen que no permite inversiones independientes de esa magnitud.

Giménez se presenta como un “profesional de los negocios” rodeado de expertos, pero no ofrece detalles concretos, documentos, socios verificables ni explicaciones mínimamente creíbles. Todo queda, una vez más, en palabras rimbombantes y promesas lanzadas al aire, mientras Cuba sigue hundida en una crisis profunda que no se arregla con anuncios en Facebook ni con delirios de empresario mesiánico.

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