Nochebuena a oscuras en Cuba: el déficit eléctrico es tan alto que el régimen no se atreve ni a publicar una programación de apagones

Redacción

Mientras medio país intentaba celebrar la Nochebuena como podía, el régimen cubano volvió a confirmar lo que ya es rutina: Cuba pasó el 24 de diciembre completamente a oscuras, con afectaciones eléctricas durante las 24 horas del día y un déficit que rozó cifras escandalosas.

Según la propia nota oficial sobre el estado del Sistema Eléctrico Nacional, la máxima afectación alcanzó los 2184 megawatts en el horario pico, justo cuando las familias intentaban cocinar, compartir o, al menos, espantar el calor y los mosquitos. Un regalo navideño que nadie pidió, pero que el Gobierno entrega con puntualidad suiza.

Como parte del habitual maquillaje informativo, las autoridades destacaron la producción de los llamados parques solares fotovoltaicos. Aseguraron que los 33 nuevos parques aportaron algo más de dos mil megawatts hora, con una potencia máxima que apenas rozó los 479 MW al mediodía. Una cifra que suena linda en el papel, pero que no alcanza ni para cubrir la mitad del desastre diario.

Al amanecer del 24, el panorama seguía igual o peor. La demanda superaba ampliamente la capacidad disponible y casi mil megawatts seguían fuera del sistema. Para el horario del mediodía, el propio régimen admitía que la afectación se mantendría elevada, confirmando que no había alivio a la vista, ni milagro navideño posible.

Las explicaciones oficiales repitieron el mismo libreto de siempre: averías en termoeléctricas viejas, unidades fuera de servicio por mantenimiento eterno y una generación térmica limitada que ya no da más. Plantas construidas hace décadas, remendadas una y otra vez, sostienen un sistema que está técnicamente en coma, aunque el discurso oficial se empeñe en llamarlo “complejo”.

A eso se sumó el problema que el Gobierno evita nombrar con todas sus letras: la falta de combustible. Decenas de centrales de generación distribuida quedaron paralizadas, otras tantas operaron a medias y varias instalaciones clave estuvieron fuera por falta de lubricantes. En resumen, no hay diésel, no hay fuel, no hay aceite… pero sí hay consignas.

Para el horario pico de la noche, las previsiones fueron todavía más desalentadoras. Aunque se anunció la entrada parcial de una unidad en Mariel, la diferencia entre lo que el país necesita y lo que realmente puede generar superó ampliamente los 1900 MW. Traducido al idioma de la calle: apagones largos, rotaciones forzadas y barrios completos desconectados durante horas.

En La Habana, el panorama no fue distinto. La capital acumuló más de 14 horas continuas sin servicio eléctrico y, al cierre de la jornada, varios bloques seguían apagados. Las autoridades reconocieron que ni siquiera pudieron cumplir con la programación anunciada, dejando claro que el plan es una ilusión y que el apagón manda.

La conclusión es tan clara como incómoda para el régimen. El colapso eléctrico ya no es una emergencia puntual, es el estado natural del sistema. En Nochebuena no hubo luz, pero sí quedó iluminada, una vez más, la incapacidad estructural de un gobierno que promete, justifica y culpa, pero no resuelve.

Mientras tanto, el pueblo sigue cocinando con carbón, durmiendo sin ventilador y celebrando fechas importantes a oscuras, mientras desde los despachos oficiales se reparten números, excusas y triunfalismo vacío. En la Cuba actual, la única energía que parece inagotable es la de la propaganda.

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