Prensa oficialista reconoce el desastre en Cuba: “No hay economía para una solución de país”

Redacción

En un gesto poco común dentro de la televisión oficial, el programa Cuadrando la Caja dejó escapar una verdad que el régimen suele esconder bajo consignas vacías. Cuba, reconocieron en pantalla, no tiene condiciones económicas para resolver de manera nacional la crisis agropecuaria. Dicho sin rodeos: el Estado fracasó y ya ni siquiera puede disimularlo.

Durante la más reciente emisión, dedicada a la producción de alimentos, el doctor en Ciencias Roberto Caballero, miembro del Comité Ejecutivo Nacional de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales, admitió que el país no cuenta con economía suficiente para una solución integral. Lo dijo claro, sin cifras, sin autocrítica profunda y, como es costumbre, sin un solo campesino presente en el panel.

Caballero intentó suavizar la confesión proponiendo que las mejoras surjan “de abajo hacia arriba”, apelando a los municipios, las provincias y a una supuesta autonomía territorial. En otras palabras, el Gobierno central reconoce su impotencia y traslada la responsabilidad a los territorios, aunque mantiene intacto el control político y burocrático.

El tono del debate dejó claro que ya no se habla de rescatar la agricultura, sino de administrar la escasez, sobrevivir con parches locales y vender eso como estrategia. Nada de transformación estructural, nada de desmontar el modelo que llevó al campo cubano al colapso.

El otro panelista, José Carlos Cordobés, director general de Política Industrial del Ministerio de la Industria Alimentaria, coincidió en que la producción no cubre la demanda nacional y que la industria depende de una agricultura asfixiada por la falta de insumos, energía y financiamiento. Un diagnóstico conocido por cualquier cubano que haya intentado comprar comida.

Desde el programa se insistió en la idea de soluciones locales, encadenamientos productivos y autonomía municipal. Pero el propio Caballero terminó reconociendo que esa autonomía es limitada y subordinada a decisiones centralizadas, lo que convierte el discurso en una contradicción evidente.

También se mencionaron mipymes, miniindustrias y cooperativas como posibles salvavidas, aunque se admitió que el problema no es la falta de leyes, sino la incapacidad real de aplicarlas en un país atrapado en una escasez crónica creada por el propio sistema.

Las experiencias “exitosas” citadas fueron casos aislados, dependientes de condiciones excepcionales y permisos especiales, lo que el programa terminó reconociendo sin querer: nada de eso es replicable a escala nacional.

El espacio cerró sin una hoja de ruta clara, dejando un mensaje inquietante incluso para los estándares oficiales. El Estado ya no puede cumplir sus propios objetivos y opta por repartir la culpa, mientras la planificación central aparece como un cascarón vacío, sin recursos ni credibilidad.

La polémica subió de tono cuando Caballero culpó a los hábitos alimenticios de los cubanos por el fracaso de la soberanía alimentaria. Con una sonrisa incómoda, cuestionó el consumo de arroz y sugirió que ese “hábito” podía cambiarse fácilmente porque, con la escasez actual, “cualquier cosa que pongas en la placita camina”. Una frase que sonó más a burla que a análisis técnico.

Las reacciones del público no se hicieron esperar y fueron mayoritariamente demoledoras. Muchos interpretaron la admisión de que “no hay economía” como una confesión tardía de fracaso tras más de seis décadas de control estatal absoluto.

Abundaron las críticas a la centralización, la falta de libertades, la inexistencia de propiedad privada real sobre la tierra y el papel de Acopio como uno de los principales frenos a la producción. Otros se burlaron del programa, acusándolo de propaganda reciclada para justificar lo injustificable.

No faltaron quienes compararon la situación actual con la Cuba previa a 1959 y señalaron al comunismo como un modelo importado y fallido. Varias voces fueron aún más directas y plantearon que sin un cambio político profundo no habrá solución agrícola ni nacional.

Días antes, el economista Pedro Monreal ya había advertido que el Gobierno desinforma deliberadamente sobre la gravedad de la crisis agropecuaria, retrasando estadísticas y sustituyendo datos por consignas. Según Monreal, la crisis actual es más profunda y prolongada que la del Período Especial, pero el régimen intenta ocultarla con propaganda y apagones informativos.

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