Régimen asegura que la Unión de Petróleo de Cuba sobrecumplió la producción nacional de crudo y gas

Redacción

La Unión Cuba Petróleo (Cupet) volvió a sacar pecho esta semana al anunciar que en 2025 logró frenar el desplome histórico de la producción nacional de crudo y gas. Sin embargo, el propio discurso oficial termina admitiendo lo que millones de cubanos ya saben por experiencia diaria: el aumento no alcanza ni de lejos para resolver la crisis energética del país.

De acuerdo con un reporte difundido por el Canal Cubano de Noticias, directivos de la empresa estatal confirmaron que la producción crecerá respecto a 2024, rompiendo así una racha de trece años consecutivos de caída iniciada en 2012. Para La Habana, eso basta para hablar de “recuperación”. Para la gente, no.

Cupet estima cerrar 2025 con unas 2,2 millones de toneladas de crudo, apenas 80.000 toneladas más de lo planificado y de lo producido el año anterior. La cifra, presentada como un logro estratégico, palidece cuando se compara con las necesidades reales del sistema eléctrico nacional.

Las autoridades reconocen que casi todo el crudo que se extrae en Cuba va directo a la generación eléctrica, pero aun así no cubre la demanda. El resultado es el mismo de siempre: apagones diarios, déficit de generación y dependencia crónica de importaciones para mantener a flote un sistema electroenergético envejecido y mal gestionado.

Incluso expertos del propio sector admiten que, si Cuba aspirara de verdad a una independencia energética, tendría que casi triplicar su producción actual. Una meta que, en las condiciones económicas, tecnológicas y políticas del país, suena más a consigna que a plan realista.

En cuanto al gas natural, Cupet reporta un aumento apoyado en cuatro nuevos pozos perforados en los últimos tres años en las zonas de Puerto Escondido y Canasí, en Santa Cruz del Norte, Mayabeque. Estos aportan algo más de un millón de metros cúbicos diarios y permitirían cerrar 2025 con un acumulado de 1.130 millones de metros cúbicos, una cifra que no se alcanzaba desde hace casi una década.

Pero otra vez, la letra pequeña lo dice todo. Ese crecimiento apenas cubre alrededor de un tercio de la demanda nacional, lo que deja claro que el problema no es coyuntural, sino estructural.

El discurso oficial intenta responder a la pregunta que se repite en cada barrio del país: ¿por qué siguen los apagones si se produce más? La respuesta, dicha sin rodeos, es tan simple como demoledora: porque no basta.

Aunque más del 55% de la electricidad en Cuba se genera con crudo y gas nacionales, los volúmenes actuales no logran estabilizar el sistema. La infraestructura está deteriorada, las termoeléctricas funcionan al límite y el combustible nunca alcanza.

Mientras tanto, Cupet insiste en culpar al embargo estadounidense como explicación casi única del desastre, obviando un detalle incómodo: Cuba sigue recibiendo petróleo de aliados como Venezuela y México, y la propia empresa ha reconocido problemas serios de corrupción, desvío y robo de combustible dentro de sus instalaciones.

En la práctica, el aumento productivo anunciado no cambia el panorama. Cuba continúa dependiendo de importaciones para sostener su sistema energético, utilizando mayormente crudo pesado, con alto contenido de azufre y bajo rendimiento, que castiga aún más unas plantas generadoras ya obsoletas.

Así, el supuesto “avance” de Cupet queda reducido a un titular optimista que no ilumina casas ni enfría refrigeradores. La producción sube en los informes, pero la oscuridad sigue mandando en la vida real, y esa contradicción ya nadie se la cree.

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