Cabezas cortadas y manos cercenadas, así castigaban públicamente en Cuba los españoles a sus esclavos sublevados

Redacción

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Tras la llegada a Cuba de los primeros negros esclavos en 1533, unos 300 de ellos fueron llevados a Santiago de Cuba y al cabo de 5 años ocurrió el primer alzamiento de esclavos en el área. Posteriormente, fueron varias las sediciones de esclavos que ocurrieron en la mayor de las Antillas, siendo la del ingenio “Manacas Armenteros”, en la zona conocida como “Valle de los Ingenios”, en las cercanías de Trinidad, una de las más recordadas.

Los esclavos del ingenio recibían un bueno trato, pero siempre había un inconforme. Tal es el caso de Juan Armenteros; un negro muy valiente y fornido. que no tardó en ganar una gran cantidad de esclavos que lo seguían.

Durante las fiestas típicas con motivo del Día de Reyes del año 1838, los esclavos celebraron bailando al ritmo de la música de la región de donde habían sido traídos.

Sin embargo, luego de comenzar a beber ron de caña de azúcar, aquellos esclavos se volvieron como locos y cogieron machetes, hachas y cuando instrumento consideraron y salieron del Batey dando inicio la primera rebelión negra de Trinidad.

Bajo la guía de Armenteros, los esclavos le fueron arriba al mayoral del ingenio, quien logró salvarse de puro milagro al montarse en su caballo y salir como alma que lleva del diablo del lugar.

Seguidamente se dirigieron a la hacienda de Juan Fernández Muyaguara, donde comenzaron a matar a los esclavos que no se querían unir a la causa.

Otro de los sitios en los que cayeron sorpresivamente fue el ingenio Boca Chica, donde los alzados asesinaron al contra-mayoral y a un hijo suyo. Además, incendiaron cañaverales y mataron perros antes de seguir rumbo a Sancti Spíritus.

Juan Armenteros, a la cabeza del grupo, pregonaba la muerte de los blancos e incluso la de los negros que no fuesen leales a la rebelión.

Los guajiros de zona jugaron un papel fundamental a la hora de ayudar a los blancos a capturar a los sublevados y, con perros y tropas veteranas, lograron capturar a la mayoría de los esclavos en el Palenque de La Ceiba.

A modo ejemplarizante de mostrar lo que pasaría si en el futuro intentaban algo así nuevamente, varios esclavos fueron llevados a presenciar la ejecución de los cabecillas de la revuelta.

Juan José Armenteros fue condenado a la horca y posteriormente se le cercenó la cabeza y se colocó en un árbol del barrio de “Las Chanzonetas”. Además, se le mutilaron las manos y se mostraron a los esclavos para que se lo pensaran más de una vez antes de volver a ocurrírseles una rebelión.