Miami es La Habana que no pudo ser… con exceso de luces, abundancia de comida y sin Revolución

Redacción

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Miami es La Habana que no pudo ser... con exceso de luces, abundancia de comida y sin Revolución

Una de las cosas más llamativas para un cubano que llega en un vuelo a Miami en horas de la noche, es sin lugar a dudas la cantidad de luces que pueden observarse desde la aeronave.

De las grandes ciudades de Estados Unidos, quizás Miami sea la más pequeña. Sin embargo, se encuentra entre las más densamente pobladas, al nivel de Chicago, San Francisco y Nueva York.

Como en cualquier otro sitio, las cosas en Miami le pueden ir mal a un cubano. No obstante, es posible progresar y labrarse un camino según tu talento y laboriosidad. A esa cálida ciudad llegaron huyendo miles de isleños luego que Fidel Castro llegase al poder en 1959.

Durante la década del sesenta, en Miami aterrizaron no pocos notables, médicos, empresarios y de todo tipo de personas que sabían cómo generar riquezas.

Poco a poco aquel lodazal apacible en que los jubilados iban a terminar sus días fue siendo transformado en el Miami de hoy. Por supuesto, también pusieron su granito de arena no pocos emigrados de los más disímiles lugares. Sin embargo, el impulso que dieron los cubanos fue enorme y las cifras que lo demuestran no mienten.

El centro de Miami, atestado de enormes edificios, está inspirado en el Vedado capitalino de los años 50, cuando se comenzó a construir una serie de altos edificios con la técnica más avanzada que existía en aquel entonces. Por aquellas fechas, en La Habana podían encontrarse bares y casinos en los que cada noche se presentaban reconocidas figuras a tocar el piano o cantar boleros.

Algunos aseguran que, si Fidel Castro hubiese llegado al poder en el 2020, La Habana sería una lujosa ciudad llenada de rascacielos por todo el litoral, los cuales se encontrarían mezclados con su particular arquitectura.

Para tristeza de muchos la historia fue bien diferente y, al arrancar de raíz la generación de riquezas y centralizar la economía, Castro propició (y obligó) a que algunas de las personas más talentosas abandonasen el país, buena parte de esta terminando asentada en Miami.

Al recorrer la ciudad, la hermosa playa de Miami Beach, el estadio de los Marlins, el American Airlines Arena del Heat, el centro financiero de Brickell o las nuevas obras del puerto, resulta imposible no admirar la vitalidad de sus pobladores.

Calles iluminadas y limpias, infraestructura de calidad y mucho verde por todas partes, son sola algunos de los puntos a destacar de la también llamada “Ciudad del Sol”.

La casas parecen haber sido diseñadas en el juego de los Sims: todas pintadas, limpias y hermosas. No obstante, muchas no alcanzan el nivel de solides de las residencias de Fontanar, Jaimanitas y Miramar en La Habana, construidas en su mayoría por los parientes de esos cubanos que hoy viven en Coral Gables, el Doral o Hialeah.

Al poco tiempo que los cubanos comienzan a vivir del otro lado de la orilla ya se empiezan a ver diferente. Si es cierto que se mantienen utilizando ese lenguaje corporal que los caracteriza, hablan alto y en algunos casos se mantienen utilizando algunos elementos de la cursilería que heredaron de un sistema que generalizó la mediocridad.

Pero son ciudadanos que disfrutan de la verdadera libertad, que lo mismo le emprenden contra Díaz-Canel que le salen al paso a un discurso de Donald Trump, y que a la velocidad del rayo han aprendido como manejarse económica y jurídicamente en el capitalismo.

Miami en la actualidad es todo aquello que La Habana no pudo ser. Con abundancia de comida, exceso de luces y por supuesto… sin Revolución.