Veinte horas en un camión cerrado, sin agua ni comida… Así fue la odisea de dos migrantes cubanos en Europa

Redacción

Veinte horas en un camión cerrado, sin agua ni comida: la odisea de dos migrantes cubanos en Europa

Los países del este de Europa se han convertido en parte esencial de las rutas de escape que usan los cubanos para huir de la Mayor de las Antillas. La gran mayoría de los cubanos que buscan un futuro mejor en tierras más desarrolladas llegan primeramente a Rusia y de allí van saltando de país en país, hasta dar con uno de cultura e idioma afines y residencia cómoda.

Jorge y Alberto son 2 de los cubanos que vivían en Rusia desde hace más de un año, luego de vender todas sus pertenencias en Cuba para pagar el pasaje. Una vez afincados, encontraron trabajo como operadores de venta, con los que podían costearse el alquiler de una vivienda, pero decidieron volver a emigrar desde allí porque Rusia nunca legalizaría emigrantes que no supieran el idioma. Alberto explicó que “si uno no sabe ruso o no se casa con una ciudadana rusa, nunca vas a tener papeles y nunca vas a ser residente en el país, ni nada por el estilo. Siempre vas a ser un ilegal”, además que en ese país existe “el mismo comunismo, la misma represión hacia los ciudadanos, no se reconocen los derechos LGBTI” (aunque asegura que nunca se sientieron perseguidos o discriminados, pero sí cohibidos).

Estos 2 jóvenes no pretendían volver a Cuba, “no era una opción”, como contó Jorge, pues en la isla sí eran perseguidos por estar en contra del sistema castrista, sin opciones de trabajo por no ser “fiables”.

Alberto relató que decidieron partir hacia “un país que al menos nos protegiera y tuviéramos un poco más de libertad de expresión”, lo que los llevó a emprender una travesía “muy difícil”, en la que sufrieron “torturas mentales”.

Entregaron sus pasaportes en el Aeropuerto de Moscú para viajar a Serbia, primer estado-trampolín para llegar a la Unión Europea. No los dejaron abordar el avión, aunque todo estaba en regla: Serbia no pide visa a los cubanos para ingresar a su territorio, los pasaportes no presentaban conflictos, contaban con pasajes de ida y vuelta, tenían evidencias de solvencia económica y ya tenían hasta el hotel reservado.

Jorge apuntó que los países de Europa están habituados a que todos los ciudadanos cubanos pretenden emigrar hacia sus naciones, aunque demuestren que van por turismo.

Finalmente, los dejaron subirse al avión, pero cuando ya no quedaba más remedio.

Abordaron un autobús a los 2 días de hallarse en Serbia rumbo al pueblo más cercano a Macedonia, donde les esperaba un hombre que los ayudó a cruzar hacia este país, donde ingresaron de forma irregular.

Estuvieron 2 días en Skopie, la capital, para planificar el cruce a Grecia por un pueblo fronterizo, pero aquí los “cogieron los guardias fronterizos de allí, de Macedonia” y los mantuvieron retenidos sin agua y sin comida, incluso hasta siendo golpeados, según contó Jorge.

“Ellos no nos buscaron un traductor y nos obligaban a firmar ese papel después de habernos golpeado. Allí no existían derechos humanos, no te buscaban un abogado. Todo era a base de golpes y amenazas, hasta que nos montaron, sobre las 2:30 de la mañana, en un camión blindado. El camión era de aluminio. Estábamos como en un cajón metidos”, describió.

Estuvieron en ese camión alrededor de 20 horas, también sin recibir agua ni comida, y luego se sumaron otros seis cubanos al pasar por un campamento de refugiados.

“Nos brincaron ilegalmente para Serbia de nuevo, porque los serbios no nos quisieron admitir de vuelta en sus fronteras y ellos decidieron deportarnos ilegalmente. Cuando el otro país no quiere admitir la deportación, que ellos te brinquen por zonas donde no hay guardias del otro país es algo ilegal. Ellos nos soltaron en el borde fronterizo y nosotros decidimos volver a entrar en Macedonia”, precisó, diciendo que les indicaron que caminaran de vuelta a Serbia, pero que bordearon un pueblo fronterizo que pertenecía a Macedonia y volvieron a la capital cuanfo los guardias se habían ido.

Llegar a Skopie no fue fácil; nadie les quería alquilar una habitación o un taxi, y finalmente tuvieron que hacerse pasar por mexicanos para no caer de nuevo en manos de la Policía, pero no obtuvieron la autorización que necesitaban, y lograron abordar un autobús del que se vieron obligados a bajar antes de arribar a la capital.

“Grecia se considera un escudo para Europa para frenar la emigración”, concluyó, indicando que este destino tampoco será la solución a sus problemas.