El jugoso negocio de la venta de ropa reciclada en Cuba

Redacción

El gobierno cubano gasta cada año 5 millones de dólares estadounidenses comprando de ropa reciclada, adquiriendo la de más alta calidad vendida en el mundo. A pesar de esto, sólo la ropa de poca calidad se vende en las tiendas.

Cada libra de estas ropas puestas en Cuba cuesta unos 0,68 dólares.

Una libra es lo que pesa un pantalón (jeans), una de las principales ropas que vienen en las pacas.

Luego de aplicar el impuesto del 240 por ciento y sacar la ganancia de la tienda, perfectamente se pudiera vender un Levis o Lee, en buenas condiciones, en tan solo dos o tres dólares.

Con estos precios, esto podría ser una solución muy seductora para muchos cubanos que reciben salarios bajos, pero, lo que llega a los consumidores es el trapo, en lugar de la ropa “Premium”, adquirida en mercados como el canadiense.

Para lograr entender cómo se produce tal “deterioro”, desde el primer momento en que las mercancías llegan a Cuba hasta que ofrecen a los consumidores, es necesario hacer el mismo viaje de las pacas de ropa.

Según datos proporcionados por un empresario anónimo, alguien tuvo la genial idea de que fueran los reclusos, muchos de ellos cumpliendo condena por delitos contra la economía nacional, quienes abrieran los contenedores y clasificaran la ropa.

En ese momento ya se produce el primer “cambio”, los presos ponen su ropa vieja e incluso la de sus familiares en los bultos y a los efectos de la contabilidad de los mismos no se altera la cantidad.

No cabe la menor duda que para poder lograr esta tarea hay que “mojar” a algún custodio.

Una vez que se abren las pacas y se hace la primera “clasificación”, la ropa se envía a los almacenes nacionales, donde el proceso de cambio de ropa vieja se repite para suministrar a decenas de tiendas clandestinas que existen en La capital.

Posteriormente, las pacas se envían a los centros de recolección provincial para una nueva clasificación y se produce otro “cambiazo”.

De esa manera, el mercado negro local puede ofrecer calidad y variedad a clientes con un poder adquisitivo bajo.

Como último eslabón de la cadena, la ropa llega a las tiendas de cada localidad. Acto seguido las tenderas notifican a los revendedores para que compren de lo que queda, lo que valga la pena y se le pueda sacar algo.

Es por esto, que cuando el cliente llega al mostrador, enfrenta la cruda realidad de que el producto que tiene ante sí, no vale lo ni lo que pesa.

Las autoridades del Ministerio de Comercio Interior quieren dejar de importar este tipo de ropa al país porque la gente no lo compra.

En realidad, los consumidores nunca ven estos productos en las tiendas del estado, sino los trapos dejados por otros a lo largo del camino.

La aceptación de estas ropas recicladas se ve en almacenes clandestinos, de un día para otro venden todo que les cae, mientras los que visitan las tiendas estatales, se marchan a casa luego de intentar adquirirla con la insatisfacción de no haber encontrado “nada que sirva”.