Los automóviles viejos en Cuba sobreviven gracias al invento y a las mentiras de los chapistas

Ines Sanz

Los automóviles viejos en Cuba sobreviven gracias al invento y a las mentiras de los chapistas

La cantidad de automóviles nuevos (de los últimos 10 o 20 años) en Cuba es ínfima, y, como bien se conoce, los que abundan son los carros antiguos (de más de 40 años), lo mismo soviéticos que norteamericanos, los que todavía andan gracias a la creatividad de sus mecánicos.

Pero mayor mérito que el de los mecánicos (que funden recursos de todos los tipos para formar una “quimera-almendrón”) es el de los chapistas, esos que maquillan a los autos para que parezcan brand-new, como si algunos no cargaran con 6 décadas de explotación ininterrumpida y falta de mantenimiento.

Yasser es uno de estos “maestros del disfraz”, pues asegura ser el mejor chapista de La Habana, el más talentoso en “pasarle una mano” al carro, y muchos comparten su criterio.

Este joven de 32 años está especializado en la chapistería de carros para ser vendidos con prontitud, por lo que sus clientes suelen pagar unas altas cuantías para que el trabajo esté terminado con la calidad requerida y en poco tiempo. Su objetivo radica en lograr que el automóvil luzca impecable por el tiempo suficiente para cerrar la compra-venta.

Yasser procura compaginar su labor “por la izquierda” (sin licencia, sin registro, sin impuestos) con su empleo en el taller estatal de cerca de Rancho Boyeros, porque, además de asegurar mayor remuneración, la entidad oficial le proporciona una sede lo suficientemente escondida y tranquila para servirle como locación de trabajo informal y como coartada para los inspectores y chivatos.

Sus encargos le llegan a la gran nave de la empresa de reparación de vehículos mayores y va intercalando labores. A Yasser le encargan el maquillaje de un Moskvitch Aleko del 89, por lo que procede a empapelar las ventanillas con hojas del periódico Granma, a retirar las alfombras y a montarlo “en burro”.

El Moskvitch Aleko 2141 fue el último modelo de auto entregados a Cuba por el sistema de meritocracia soviético. El actual propietario de esta joyita se ve con la prisa de venderla porque no tiene dinero para pagar la gasolina y reconoce que arreglarlo cuando se le rompe una pieza constituye un verdadero dolor de cabeza.

Asentada en Moscú, la empresa que fabricaba los Moskvitch se declaró en bancarrota con la desaparición del campo socialista en Europa del Este y los clientes cubanos se quedaron preguntándose dónde comprar las piezas de repuesto.

El mercado negro cubano, sin embargo, ofrece piezas para todo tipo de automóvil que circula por las calles del país, especialmente si se trata de carros soviéticos, un nicho de mercado que de repente se quedó sin proveedores. Anuncios clasificados permiten encontrar un Aleko por alrededor de 10.000 o 17.600 USD, en dependencia de su estado técnico y de cuánta “pacotilla” se le haya añadido, como pantallas, un módulo de aire acondicionado o ventanillas automáticas.

Yasser y otros maquillistas utiluzan un truco en el que le añaden talco a la pintura en aras de cubrir imperfecciones. El polvo conseguirá esconder arañazos, abolladuras, lo que permitirá dar un acabado liso a toda la superficie, aunque la trampa solo permanezca unos meses.

Yasser, antes de empezar con la fase de la pintura, debe averiguar si el propietario quiere chapistear o solo que le pongan masilla a su auto. Esta última técnica es más fácil y, por tanto, menos encarecida, en la que se buscan las deformidades y a estas se les pasa una pasta para emparejas las fisuras con el resto la placa de metal. Los materiales, vale destacar, son casi todos procedentes del mercado informal.

La pintura deberá secar durante varios días, preferiblemente sin humedad en el ambiente para que se asiente mejor, y luego se instalan nuevamente los faros, la defensa, el guardafango, las manillas de las puertas y todo el salón interior. Después, a pulir para dar sensación de nuevo. Listo para entrar en el mercado, el Moskvitch tiene un maquillaje perfecto, que durará lo suficiente para engatusar a alguien.