Limpiarse el trasero en Cuba con papel sanitario es un lujo

Redacción

papel sanitario

Por estos días escasea el papel sanitario en La Habana y la gente, ya entrenada en estos menesteres de las privaciones, anda a la caza. De TRD en TRD, de Panamericana en Panamericana la pregunta es siempre la misma: “¿entró papel?” (nunca nadie le pone el apellido de “sanitario”, y tampoco existe la necesidad de malgastar palabras, todo tendero entiende). Si una señora se pasea orgullosa con su jabita de papel higiénico, que tuvo la suerte de agarrar, se ve asaltada por los transeúntes que le piden el santo y seña: “¿donde lo sacaron, madre?”

Las más de las veces la respuesta es “allí mismo, mijito, pero ya se acabó”; y las menos “en la tienda que está en…. Pero hay tremenda cola, si no te apuras se acaba”.

Cuando se tiene la suerte de adivinar una de estas tiendas donde sacan papel sanitario (el algoritmo de distribución que se aplica para surtirlas es casi imposible de determinar), se apresura el habanero a llegar y marcar en la cola, a la que siempre arriban primero revendedores, coleros, colados y todo tipo de fauna diversa que hace la vida del cubano aún más difícil de lo que es.

Como se trata de un producto liberado y en falta, el que llega primero o tienes ambias y contactos en el comercio compra por tongas y deja a los infelices que se enteraron de últimos en la estacada. Después, con soberano desparpajo, se sienta en la misma entrada de la tienda y revende el estuche a dos, tres y hasta cuatro veces el precio oficial. Esta práctica de acaparamiento y especulación – que en muchas ocasiones sucede con el beneplácito o la complicidad de las administraciones – ha devenido en una de nuestras más pintorescas tradiciones. En ocasiones la marea sube tanto que el Estado cubano decide aplicar un poco de mandarria para limitarla, pero resurge con más fuerza cuando las aguas retoman su nivel.

En las últimas semanas fue tal el desabastecimiento del papel sanitario que en las TRD se limitó la venta a dos rollos, lo que no eliminó las largas colas, ni los tumultos a la hora de adquirirlos.

El que esto redacta tuvo el dudoso honor de estar casi dos horas en una tienda de la calle Monte para poder comprar el dichoso papel sanitario. Como en realidad no necesitaba los cinco paquetes decidió comprar sólo tres y se vio envuelto – por pura casualidad – en una de esas raras transacciones comerciales que sólo ocurren en Cuba:

Resulta que una anciana que compraba dos turnos por delante quería siete paquetes pero la tendera se negó en redondo y le dijo que sólo podía comprar cinco. En el acto se dirigió a la cola y preguntó si alguien podía cederle parte de su “cuota a la vieja” (palabras textuales suyas). Como en realidad el que esto escribe sólo quería tres paquetes le dijo a la tendera que sí, que le diera dos más. Por gusto…. “! Na´ e´ eso! – me respondió – …aquí to´ el mundo tiene que salir por esa puerta con cinco paquetes o menos.”

En resumen, para no hacer el cuento más largo: la “vieja” tuvo que darme el dinero e irse con sus cinco paquetes; comprar luego el autor de esta entrada cinco paquetes y al salir entregarle dos a la vieja y darle el cambio… Macondo.