Juan Manuel, un cubano que nació marcado por la desgracia y lleva la guapería por religión

Redacción

Juan Manuel, un cubano que nació marcado por la desgracia y lleva la guapería por religión

Cuando alguien dice que la calle es un campo de guerra, lo mejor es guardar las distancias. Juan Manuel, asegura que la única persona de respeto es una madre, de ahí para allá, no creen en paños tibios con nadie, especialmente con los débiles y tontos.

Nació en 1991, a poco más de tres décadas de la llegada de Fidel Castro al poder. Podría pensarse que al ser joven y negro, fuera un hijo de la Revolución y un ejemplo del hombre nuevo soñado por el Che, pero lo cierto es que Juan Manuel es todo lo contrario.

“La vida es hembra a la que se debe domar. Si lo consigues, quizás seas premiado con el éxito”, nos dice.

Según Juan Manuel, quien vive en el barrio de San Leopoldo, en Centro Habana, unos lo reciben todo gracias a los estudios que cursaron o sus cualidades para escalar en la política, pero otros no tienen nada. Es por ello que cree que su objetivo en la vida es ganarse los derechos a pulso (entiéndase estafar, robar, o llevar a cabo numerosas acciones al margen de la ley).

“Desde que nací estuve marcado por la desgracia. Mi madre murió durante el parto y ni siquiera supe quién era mi padre. Me crió mi abuela, quien pese a ser borracha y fumadora de marihuana, era la única que me daba afecto”, cuenta.

Juan Manuel tiene una gran “habilidad” para saber donde está el dinero e ir a por él, aunque sobra decir que sus métodos no se recomiendan en lo absoluto.

“El dinero está ahí, en la casa de alguien que se dedica a hacer negocios sucios, en almacenes de alimentos, en las carteras de los turistas. Lo que hay que tener “co…” para ir y cogerlo”, asegura.

Él vive al garete, aunque asegura que esa misma forma es la que le ha aportado tantos conocimientos y habilidades como si hubiese cursado una carrera universitaria. La mitad de su vida la ha pasado en prisiones, lo cual considera que ha sido su segunda casa.

Cuando está preso se mueve como un pez en el agua. Tiene garantizadas tres comidas al día y en su galera se monta una especie de casino en el que saca lo mismo dinero, que cigarros, azúcar prieta y hasta revistas pornográficas.

Si hay algo que odia en la vida es a los homosexuales.

“Si por mi fuera los mandaba a todos a una isla desierta. Si los mar….. y las tor…. lograsen imponer su modo de pensar, el mundo se vendría abajo. En la prisiones la sodomía está que da al pecho y hasta celebran bodas. Lo que más me jode es que algunos abakuás y masones, que se hacen los machos y los tipos duros, por las noches se meten con los patos (gays) debajo de los mosquiteros. Por eso no creo ni en Dios”

Cuando no está preso su vida es bien parecida a la de un gitano y se la pasa dando tumbos por casa de cuanta mujer pueda engatusar. Eso sí, nunca aparta sus pensamientos de planear su siguiente golpe y ver de dónde puede sacar dinero.

“A las mujeres no se le puede dar mucha ala porque enseguida se quieren montar. Ella solo sirven para el sexo, llevar jabas a la cárcel y cuidar a los hijos. No tienen la fuerza física de un hombre, pero si tiene una mente del carajo, nadie las supera en maldad”, afirma.

Vicios, todos. Le gusta el ron y la cerveza. La marihuana, la piedra, el polvo y las pastillas. Sus proyectos son a muy corto plazo.

Y así vive la vida Juan Manuel, convencido que la vida es una eterna batalla en la que un soldado debe sobrevivir mediante la violencia y el timo. Si por casualidad en la calle usted se topa con algún sujeto como Juan Manuel, lo más recomendable es cambiar de acera.