Estos cubanos son capaces de hacer de forma artesanal todas las piezas de un Chevrolet 1950

Redacción

Estos cubanos son capaces de hacer de forma artesanal todas las piezas de un Chevrolet 1950

Pudiera parecer poco creíble, pero lo cierto es que un pequeño taller particular en Cuba es capaz de producir casi todas las piezas que se requieren para armar un Chevrolet 1950.

La pequeña fábrica no se encuentra en La Habana o en alguna otra de las grandes ciudades de la Isla, sino que está ubicada en Placetas, en la región central del país. En el sitio, su dueño Pablo Manso Brito, ha logrado posicionarse en el mercado de autos antiguos gracias a su ingenio.

Hace más de una década que Pablo puso fin a su etapa como carpintero para dedicarse por completo a los autos antiguos. En Cuba la madera escaseaba, pero los almendrones, esos si estaban a la orden del día.

Fabricar desde cero las piezas no era nada sencillo. Primeramente, tuvo que acomodar toda la maquinaria de su taller y luego centrarse en una marca en específico: el Chevrolet.

De esta marca de autos, el taller de Pablo es capaz de fabricar casi todas las piezas, específicamente para los modelos 1955, 1956 y 1957.

Pablo decidió abandonar su oficio de carpintero hace una década para entrarle con todo a los autos antiguos

Los clientes no le faltan, ya que en la zona central del país no hay ningún otro taller, privado o estatal, que fabrique actualmente puertas, columnas traseras, paños de pisos interiores y otros muchos más componentes.

No solo la variedad está garantizada, sino que allí los clientes van con la total certeza que la calidad de las piezas que adquieran está más que probada.

Uno de los clientes más importantes de Pablo es el cubanoamericano Juan Madiedo, quien cuenta con una tienda de partes y piezas en Miami y comercializa allí los productos “Made in Placetas”.

Los encargos se pueden realizar por vía telefónica y luego pasar a recogerlo. Tanta confianza tiene Pablo en sus piezas y partes que, cuando un cliente queda insatisfecho con el resultado del trabajo, le devuelve el dinero que ha gastado en el combustible del viaje.

En una ocasión, la fabriquita de Pablo recibió la visita de varios funcionarios de la una compañía de fabricación de partes y piezas ubicada en Taiwán. Los chinos quedaron muy sorprendidos al ver el trabajo que se realiza en el taller, ya que con máquinas artesanales era capaces de confeccionar piezas de mucha calidad.

La fabriquita no se encuentra en La Habana o en otra gran ciudad de la Isla, sino en Placetas.

“Cuando comencé en esto todo me fue muy difícil. Apenas tenía maquinaria y tampoco contaba con la posibilidad de importar nada. Por eso me di a la tarea de fabricar yo mismo todo lo que necesitaba y hoy puedo decir que casi podrían armar un Chevrolet por completo con lo que fabricamos aquí”, comentó en una ocasión.

Primero construyó una cizalla para cortar lata. Luego una máquina para poder conformar la chapa de acero y, con el tiempo, se hizo de una prensa para cortar, doblar y troquelar. Así, del martillo y la antorcha de los inicios logró llegar a la soldadura moderna y eficiente que emplea hoy.

A pesar de contar con una importante cantidad de pedidos, el negocio no puede crecer mucho más por los límites que le impone el gobierno.

Una de las labores más importantes de la fábrica la lleva su esposa, Yodarcy Rodríguez, quien es la encargada de recibir los pedidos de los clientes, se hace cargo de la contabilidad, mantiene en orden todos los papeles y además es quien líquida al fisco.

Pablo tiene contratados más de 10 trabajadores.

Pablo no deja que pase un solo minuto sin emplearlo en algo útil. Aun después de haber tenido tanto éxito sigue pegado a su taller todos los días para supervisarlo todo y garantizar que cada pieza tenga la calidad requerida.

La satisfacción de sus clientes es su principal objetivo. Tanta importancia tiene esto para él que lleva casi 10 años arreglando su propio almendrón y aún no ha logrado terminarlo.

¡En casa del herrero cuchillo de palo!