Hershey, el pueblo fantasma más dulce de Cuba

Redacción

Hershey, el pueblo fantasma más dulce de Cuba

La historia de un pueblo “fantasma” en Santa Cruz del Norte, a tan solo 45 km de La Habana, ha cautivado a no pocos, quienes han optado por ver con sus propios ojos cuanto de realidad y cuanto de misterio realmente encierra este lugar congelado en el tiempo.

En Cuba abunda los pueblos rodeados de un halo de misticismo sobrenatural, en buena parte por el abandono que sufren por parte de las autoridades, lo cual hace que vayan cayendo en una especie de reclusión voluntaria.

Para llegar a Hershey la opción más sencilla – aunque para nada la más rápida – era cruzar la bahía de La Habana y enfilar los pasos hasta la estación del tren eléctrico de Casablanca y sacar un pasaje.

Vista aérea del antiguo poblado de Hershey

Quienes han tenido la oportunidad de montar este tren de seguro han sentido que retroceden unos 50 años en el tiempo, aunque al ver como tantas personas lo abordan con la mayor naturalidad del mundo, hace que se disipe cualquier tipo de preocupación.

Muchos de los que han visitado el pueblo con el objetivo de ver realmente que queda de él, se han dejado seducir por la historia del central en ruinas en el que antiguamente se refinaba el azúcar para hacer el chocolate más delicioso del mundo.

El dueño del central se llamaba Milton Hershey, y se dice que se apareció en el pueblo y que prácticamente armó una ciudad “de un día para otro”. Según se cuenta, le ofreció trabajo a todos los del pueblo, construyó casas, bodegas, parques, farmacias y hasta el mismo tren.

Agropecuaria Santa Cruz, antiguo edificio de la administración del Central Hershey

Aquel célebre magnate estadounidense llegó a Cuba en 1916. En sus centrales empleaba el azúcar de remolacha que provenía de Europa, por lo que, con el comienzo de la I Guerra Mundial las importaciones de este producto comenzaron a ser cada vez menos y él decidió trasladar su imperio al paraíso tropical que más cerca tuviese.

De esta forma, Hershey comenzó a adquirir plantaciones de caña y refinerías para mantener operativa su fábrica en Pennsylvania, donde también había levantado una especie de pueblo modelo que sirvió de referencia a la hora de construir el de la Isla.

El mismo dueño de aquellas 60.000 hectáreas ordenó la construcción de viviendas, centros médicos y educativos, lugares de esparcimiento y de culto, y hasta un ferrocarril para el traslado de materiales y personas hasta el puerto.

Vista aérea del antiguo poblado de Hershey

Gracias a Hershey, el pueblo comenzó a progresar y se respiraban aires de comunidad cosmopolita dedicada enteramente al azúcar. Quedaron edificados un colegio público gratuito, una clínica, un cine, un club social deportivo que incluía un campo de golf y otro de baseball. La comunidad además, contaba con su propia planta de energía, alcantarillado y agua potable.

De toda aquella maravilla de próspero pueblo, al visitarlo en la actualidad, la realidad es tan fascinante como triste.

Al recorrer sus calles saltan a la vista los clásicos edificios prefabricados que fueron impulsados por las reformas revolucionarias. Aún quedan algunas casas hechas de piedra, techos de tejas y ventanas verticales, las cuales son quizás uno de los pocos recuerdos que queda en pie lo que un día fue el pueblo.

Vista aérea del antiguo poblado de Hershey

La mayoría de los establecimientos de la época se encuentran en estado crítico o sencillamente ya no existen. A su vez, el famoso central se encuentra totalmente abandonado y se alza como una especie de hallazgo arqueológico.

En las calles tan solo puede verse a unas pocas personas y, lo que un día fue un hermoso parque infantil, hoy no es más que un montón de hierros oxidados en medio de una espesa vegetación.

En general, los techos y otras estructuras de las casas, construidas al más puro estilo norteamericano, han pasado a la historia. Los originales fueron sustituidos por las planchas de zinc o fibrocemento, quizás después de que algún huracán los destruyera.

Lo que un día fueron barracones hoy albergan a familias enteras, las cuales se ven obligadas a compartir la misma letrina y el espacio que la humedad ha ido haciendo mella con el tiempo.

Vista aérea del antiguo poblado de Hershey

Milton Hershey vendió su ingenio en 1946 al magnate cubano Julio Lobo y tras el triunfo revolucionario este fue nacionalizado. Aquel famoso central se mantuvo operando hasta el año 2002, cuando los precios de azúcar comenzaron a caer estrepitosamente y los principales mercados internacionales de Cuba comenzaron a desaparecer.