La comunidad de Bejuquero, enclavada entre las montañas del municipio de Guisa, en la provincia de Granma, no aguantó más y alzó la voz. Después de más de tres meses sin electricidad, la paciencia se acabó. Lo que parecía una promesa de electrificación terminó siendo otro capítulo de desilusión, cuando los vecinos vieron con sus propios ojos cómo retiraban los cables en vez de avanzar en las obras. ¡Imagínate tú, en vez de poner, estaban quitando!
Un video que se hizo viral en redes sociales, compartido por Angélica María Aliaga Carrazana, captó el momento exacto del descontento. Se ve claramente cómo los pobladores, venidos de distintos rincones del caserío, se agrupan con furia contenida al descubrir que lo poco que se había logrado estaba siendo desmantelado. En palabras de Angélica, la historia viene de largo: “Desde el 2000 nos dicen que vamos a tener luz. Ahora vienen, tumban los cables, y mientras nos hablan bonito, los están picando por detrás.” Una burla con todas las letras.
En medio de la protesta, un oficial del MININT —parece ser un Teniente Coronel— trata de calmar los ánimos, pero los vecinos no están para cuentos. La tensión sube como la espuma. Una señora, sin pelos en la lengua, le suelta: “¡Llévennos pa’l calabozo si quieren!” El colmo fue ver un camión verde, que más parecía de uso militar, con operarios quitando el cableado como si nada.
Pero este no es un hecho aislado. En noviembre del año pasado, el Reparto Militar de Guisa vivió algo parecido. Un transformador roto dejó a todos a oscuras, y cuando las autoridades decidieron conectarlos al Sistema Electroenergético Nacional, la gente se les fue arriba. El miedo a los apagones constantes de la red nacional era más fuerte que la promesa de una conexión permanente.
La historia se repite una y otra vez: pueblos que se lanzan a la calle a exigir lo básico, funcionarios que llegan con excusas recicladas, y promesas que se desvanecen como el humo. Ni siquiera la visita de la primera secretaria del Partido en Granma, Yudelkis Ortiz, logró calmar los ánimos. Publicó en Facebook, sí, pero se fue por la tangente, hablando de cualquier cosa menos del lío real. Como era de esperarse, las críticas llovieron como aguacero en mayo.
Y si nos remontamos más atrás, en 2017, el caso del niño Osmani Suárez puso en evidencia lo grave del asunto. El pequeño, con asma bronquial crónica, casi pierde la vida por la falta de corriente. La madre, desesperada, contó que apenas tenían una planta que funcionaba cuatro horas al día, y que no había médico ni ambulancia para llevar al niño a tiempo. “Si se me muere, será por la falta de electricidad”, dijo entre lágrimas.
Mientras tanto, en el universo paralelo de la propaganda oficial, todo marcha viento en popa. La Empresa Eléctrica de Granma vive dándose premios y medallas. A Yolaine Ramírez Carrazana, directora del CIAC, la han reconocido por su “liderazgo” y su “entrega”. Incluso la UEB de Guisa fue premiada como Vanguardia Nacional. ¿Premios por qué? ¿Por dejar a la gente a oscuras?
Según datos oficiales, casi 600 de los 2,879 paneles solares instalados en Granma estaban rotos en abril de 2023. Y no, no había piezas ni recursos para repararlos. El propio director general de la empresa, Geider Mompié Rodríguez, lo dijo sin tapujos. La tecnología no alcanza si no hay voluntad ni planificación.
Y aún así, se insiste con discursos de “autosuficiencia energética” y de “parques solares en expansión”. Pero el cuento se cae solito: mientras el consumo al mediodía ronda los 120 megavatios, el parque solar más grande de la provincia solo entrega unos 21. Ni un cuarto de lo que se necesita, compay.
Lo de Bejuquero no es un caso aislado, es un reflejo del hartazgo nacional. Gente que no quiere más promesas vacías, sino soluciones reales. La desconexión entre lo que dicen los de arriba y lo que vive el pueblo es tan profunda, que ni la luz logra atravesarla.