La vieja herida entre Washington y La Habana vuelve a abrirse. Este viernes, el gobierno de Estados Unidos reavivó su reclamo por la extradición de Joanne Chesimard, mejor conocida como Assata Shakur, una figura tan polémica como simbólica, que vive en Cuba desde los años 80 tras escapar de una prisión en Nueva Jersey.
El FBI no se anda con rodeos: sigue ofreciendo una recompensa de hasta un millón de dólares por cualquier pista que lleve directamente a su captura. Shakur, hoy con 77 años, fue condenada por el asesinato de un policía estatal ocurrido en 1973, durante un incidente que marcó un antes y un después en la historia del activismo negro en EE.UU.
En aquella época, Assata era parte del Ejército de Liberación Negra, un grupo radical afroamericano. Durante un control de tráfico en la autopista de Nueva Jersey, según los reportes oficiales, se desató un tiroteo en el que murió el agente Werner Foerster. Fue arrestada, juzgada y condenada a cadena perpetua en 1977. Pero dos años después, se escapó de prisión… y en 1984 resurgió en Cuba, donde el gobierno le concedió asilo político.
“Han pasado 52 años y aún seguimos exigiendo justicia”, escribió en redes sociales el secretario de Estado, Marco Rubio, quien pidió al gobierno cubano que deje de proteger a quienes calificó como asesinos. “Joanne Chesimard debe ser entregada, junto con todos los prófugos que aún están bajo el amparo del régimen cubano”, sentenció.
Shakur no es cualquier fugitiva. En 2013, se convirtió en la primera mujer incluida en la lista de terroristas más buscados del FBI, bajo la acusación de terrorismo doméstico. Las autoridades estadounidenses advierten que sigue siendo «armada y peligrosa».
Pero su caso no es blanco o negro. Para muchos activistas y defensores de derechos civiles, Assata no es una criminal, sino un símbolo de lucha y resistencia frente a los abusos sistemáticos que vivían los afroamericanos en las décadas pasadas. Su autobiografía, escrita desde Cuba y publicada en 1987, se ha convertido en lectura obligada en muchos círculos académicos y militantes de izquierda. Incluso sigue presente en la cultura pop: fue la madrina del fallecido rapero Tupac Shakur, lo que mantiene su figura viva entre las nuevas generaciones.
Mientras tanto, las conversaciones entre EE.UU. y Cuba sobre este tema siguen estancadas, sin señales claras de que las cosas vayan a cambiar pronto. El caso de Shakur sigue siendo una piedra en el zapato diplomático entre ambos países, y no es la única: más de 70 ciudadanos estadounidenses buscados por la justicia estarían viviendo actualmente en la isla.
¿Entregarán a Assata algún día? ¿O seguirá siendo una leyenda viva del exilio político? El tiempo lo dirá, pero por ahora, el pulso entre La Habana y Washington sigue firme y sin señales de aflojar.