Cuba y Rusia están cocinando una jugada económica de alto voltaje, y no es cuento. Desde Moscú ha llegado la promesa de soltar mil millones de dólares en inversiones dirigidas a sectores que andan pidiendo auxilio a gritos: energía, agricultura y hasta servicios básicos como el alumbrado público.
La movida, que pinta grande, busca meterle el hombro a la crisis energética que tiene a medio país a oscuras más de lo que quisiera. Los apagones siguen siendo el pan nuestro de cada día, y los rusos, que no se andan con cuentos, han dicho que quieren meter mano donde más duele.
Desde el Kremlin han dejado claro que esto no es una limosna ni un préstamo para luego ahogar al país. Según ellos, la idea es ayudar a Cuba a recuperar algo de independencia económica y, como dicen allá, a pararse en sus propios pies sin perder soberanía. “Queremos que Cuba se desarrolle y sea fuerte por sí sola”, soltaron, con tono de camarada.
Ahora bien, no todo es luz y motores. El turismo también está en el centro del pastel. Rusia quiere convertirse en el principal proveedor de turistas para la isla, y para eso, están apostando fuerte. “Cuba es un destino todo el año para nosotros”, aseguran, convencidos de que sus paisanos se enamoran fácil del Caribe, del ron y del calorcito humano que abunda por estos lares.
La isla, por su parte, ya se alista para una feria turística en Moscú este julio, con la esperanza de posicionarse como uno de los destinos top del mercado ruso. No es casualidad: el visitante ruso es de los que viene con el bolsillo suelto. Según los propios rusos, sus turistas “no vienen a mirar precios; vienen a disfrutar y a gastar”.
Pero ojo, que esto no va a ser de un día para otro. Desde Rusia lo advirtieron sin tapujos: esto es con trabajo duro, paso a paso, sin esperar milagros de la noche a la mañana. “No hay varita mágica”, dijeron, bajando un poco la euforia pero sin quitarle importancia al asunto.
Y por si alguien piensa que esta alianza esconde un plan de control tras bambalinas, los rusos fueron tajantes: “No vinimos a mandar ni a intervenir. Lo que quiere Putin es echar una mano sincera al pueblo cubano”. Según ellos, todo esto va de solidaridad y de apoyar el derecho de los cubanos a forjar su futuro sin ataduras.
Mientras tanto, en medio de la expectativa, el presidente Miguel Díaz-Canel sigue marcando presencia en Moscú, con la mirada puesta en nuevos acuerdos que incluyan suministro de combustible y apoyo económico más robusto. Las conversaciones han sido intensas y lo que antes eran solo rumores, hoy ya se traduce en cifras concretas.
En este panorama de tensiones internas y bolsillos vacíos, esta inyección de billete ruso podría ser el salvavidas que La Habana estaba esperando. Claro, queda ver cuánto de esta promesa se transforma en realidad y cuánta llega a la gente de a pie, que sigue esperando que el futuro, por fin, empiece a asomarse.