Hay días en los que todo cambia en cuestión de minutos. Eso fue lo que le pasó este lunes a Cliuvis Premier Rodríguez, una maestra de Santiago de Cuba que salió como siempre a dar clases, y cuando volvió a su casa… ya no tenía nada.
Mientras cumplía su jornada en el Seminternado Lidia Doce Sánchez, un incendio arrasó con su vivienda ubicada en la Calle 8, entre A y B, en el reparto Municipal de Santiago. La noticia fue confirmada por Aris Arias Batalla, vicepresidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Cuba, quien compartió en Facebook imágenes impactantes del lugar reducido a cenizas.
“Lo perdí todo”
Con esa frase, simple pero desgarradora, Cliuvis resumió lo que sintió al ver lo que quedó de su hogar. No hubo heridos ni pérdidas humanas, pero eso no alivia el golpe emocional de volver a casa y encontrar solo escombros.
Las autoridades aún investigan las causas del incendio, aunque los primeros reportes apuntan a un posible cortocircuito en la línea principal o en los ramales eléctricos de la vivienda. Una situación demasiado común en un país donde muchas casas están sostenidas con alambre, fe y milagros.
Bomberos, vecinos y una cadena de ayuda improvisada
Gracias a la rápida actuación de los bomberos de los comandos 1 y 4, y al apoyo de la Empresa Eléctrica, Tránsito, la Cruz Roja y vecinos del barrio, las llamas fueron controladas. Pero ya era tarde: la casa había quedado completamente destruida.
Arias Batalla, el bombero que publicó el caso, aclaró que su llamado a la solidaridad es una iniciativa personal, no del gobierno. Publicó el número de teléfono de la maestra (58322277) para quienes deseen ayudarla directamente con ropa, alimentos, materiales de construcción o apoyo económico.
Otra historia que duele: el incendio de los abuelos
Y como si fuera poco, solo unos días antes, otra tragedia golpeó a una pareja de ancianos en la misma ciudad. Juan José (73) y Norma (83) estaban cocinando con carbón en un anafre cuando una chispa alcanzó el colchón. El fuego destruyó parte de la casa, pero por suerte lograron salir ilesos.
Fotos publicadas en redes muestran ahora a los dos durmiendo en catres improvisados, en una escena que da rabia y tristeza. Lo ocurrido revela la cruda realidad de muchas familias cubanas que, ante la falta de gas licuado y apagones constantes, terminan cocinando como hace cien años… y arriesgando sus vidas.
Cuando trabajar no basta para tener techo
Las dos historias tienen algo en común: muestran lo frágil que es la vida para muchos en Cuba hoy. Una maestra que da clases sin saber si su casa estará en pie cuando vuelva. Unos abuelos que cocinan con carbón porque no tienen gas. Y un país que, a falta de soluciones, vive a punta de remiendos y suerte.