Mientras el país se desmorona por dentro y miles de jóvenes cubanos buscan cualquier vía para escapar, el régimen castrista sigue aferrado a su vieja obsesión de exportar y reciclar ideología. Esta vez, lo hace a través de un programa que mantiene a 274 estudiantes cubanos repartidos por 25 universidades rusas, donde más que aprender, se entrenan para servir al sistema.
La movida fue celebrada con bombo y platillo en la embajada de Cuba en Moscú, durante un acto que tuvo de todo menos espontaneidad. Allí, 68 jóvenes recibieron sus diplomas tras graduarse en 13 centros de estudio rusos. Por supuesto, el evento no podía terminar sin un toque de culto a la personalidad: fue dedicado nada más y nada menos que al dictador Fidel Castro, y también al aniversario 65 de las relaciones entre La Habana y Moscú. Propaganda de la dura.
Del total de estudiantes activos, más de la mitad están concentrados en Moscú, mientras que otros cursan estudios en San Petersburgo, Kazán, Ekaterimburgo y otras ciudades rusas donde, según el discurso oficial, se preparan para contribuir al «desarrollo económico y social de Cuba hasta 2030». Claro, bajo la batuta del Partido.
El embajador cubano en Rusia, Julio Garmendía, soltó el discurso predecible: que los graduados se están formando en ramas «prioritarias» como Energía, Turismo, Medio Ambiente y Agricultura. Pero lo que no dicen es que, más allá del título que reciban, lo que realmente se busca es moldearles el pensamiento para que regresen convertidos en engranajes obedientes del aparato estatal.
El viceministro primero de Educación Superior, Modesto Ricardo Gómez, lo dejó clarito cuando dijo que esta formación es “estratégica” para Cuba. No se refería precisamente a levantar la economía, sino a garantizar lealtades ideológicas y asegurar que los nuevos cuadros técnicos y administrativos respondan al guion del régimen.
Durante el acto, una de las graduadas, Yanay Gómez, leyó el juramento de rigor y soltó una frase que suena casi calcada de manual soviético: “Estas universidades nos han preparado para cambiar la forma de pensar y actuar en Cuba”. Y sí, no cabe duda de que eso es justamente lo que buscan: jóvenes formateados políticamente para repetir el dogma en casa.
Este experimento de adoctrinamiento disfrazado de educación no es nuevo. Desde hace años, Cuba ha estado enviando estudiantes a Rusia bajo un modelo que recuerda a los tiempos más oscuros del bloque soviético. Solo que ahora, en lugar de libros rojos, lo hacen con discursos reciclados y estrategias más encubiertas.
Pero no todo sale como quieren. En septiembre de 2024, se destapó un escándalo de deserciones: varios estudiantes cubanos en Rusia optaron por romper con el libreto, denunciando presiones políticas, condiciones pésimas y una vigilancia constante. La respuesta del régimen fue, como siempre, negar, justificar y seguir adelante.
Poco después, se supo que el verdadero interés detrás del programa no es académico, sino geopolítico y militar. Y no es casualidad que también se haya confirmado que cadetes de la Defensa Civil cubana serán entrenados en academias militares rusas, reforzando ese eje Moscú-La Habana que cada día huele más a Guerra Fría reciclada.
Hasta el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, se metió en el show, anunciando en redes que más de 80 profesionales del sector ferroviario también se estaban “formando” en Rusia. Todo esto, mientras los trenes en Cuba siguen pareciendo salidos de un museo del siglo XIX.
Y por si fuera poco, en enero de 2025, Rusia amplió su recepción de estudiantes extranjeros como parte de su estrategia internacional, y adivina quién está entre los aliados VIP: Cuba, claro. Porque en este juego de poder, los jóvenes cubanos no son más que fichas, herramientas de propaganda disfrazadas de estudiantes, enviadas a estudiar no para aprender, sino para obedecer.
Así sigue funcionando la maquinaria del castrismo: educación con libreto, becas con ideología y graduaciones con himnos. Porque en la Cuba del régimen, el conocimiento no es libre… es alineado, revisado y certificado por el poder.
