La noche del viernes se tiñó de dolor en Pinar del Río, cuando una rastra fuera de control arremetió contra varios peatones en el kilómetro 2 de la carretera que conduce a Luis Lazo. Cuatro personas perdieron la vida, entre ellas una niña de apenas 9 años y una joven embarazada de 24. La escena fue tan brutal como desgarradora.
Uno de los sobrevivientes del accidente, Léster Ramón Garrido, contó el momento de terror que vivió cuando el camión se le vino encima. «Estaba en la acera con unos amigos cuando vi que aquello venía de frente. Grité para alertar y salí corriendo. Aun así, el camión me alcanzó», relató, mostrando las heridas en sus brazos, piernas y manos. Su moto quedó hecha leña, casi irreconocible tras el impacto.
Las imágenes del lugar del siniestro hablan por sí solas: una casa parcialmente destruida, columnas desplomadas y el silencio sordo que sigue a la tragedia. El vehículo, sin control, no solo se llevó vidas, sino también la paz de una comunidad que aún no se recupera del impacto.
Según medios locales como Guamá, el desastre ocurrió sobre las 9:15 de la noche, cuando el chofer de la rastra perdió el dominio del camión y embistió a un grupo de personas que estaba tranquilamente en la acera, justo frente a una vivienda. Entre los fallecidos estaban Miliany Pérez Javier, una niña de 9 años, y Anairis Sánchez Blanco, una joven embarazada de apenas 24 años.
Además de los muertos, al menos tres personas resultaron heridas, entre ellas Marlenis Martínez Blanco, de 10 años, quien fue reportada en estado grave y trasladada de urgencia al hospital pediátrico Pepe Portilla. Otros dos adultos también fueron hospitalizados: uno en condición crítica, ya intervenido quirúrgicamente, y otro bajo vigilancia médica pero sin peligro inminente para la vida.
El responsable del accidente ya fue arrestado, según confirmó el perfil oficialista de Oscar Ramírez Pinar. El chofer de la rastra se encuentra bajo investigación, mientras las autoridades intentan determinar con claridad qué provocó la pérdida de control que acabó en tragedia.
Y mientras tanto, la gente en Pinar del Río llora. Llora a sus muertos. Llora la inseguridad vial que sigue cobrando vidas en un país donde las carreteras están llenas de baches, la señalización es escasa y el mantenimiento de los vehículos es una ruleta rusa. El régimen cubano, siempre listo para exigir «resistencia creativa», parece incapaz de garantizar lo más básico: que salir a la calle no sea una sentencia de muerte.
Porque en esta Cuba rota, hasta caminar por la acera puede costarte la vida.
