En medio del caos sanitario que sacude a Cuba, el régimen ha decidido ponerse la bata blanca y aplaudirse a sí mismo tras realizar un trasplante renal de alto riesgo en el Instituto de Nefrología “Dr. Abelardo Buch López”, en La Habana. La intervención, calificada por medios oficiales como un «ejemplo de amor, ciencia y voluntad», ha sido utilizada como vitrina para maquillar una realidad mucho más cruda: el colapso del sistema de salud pública.
La historia tiene tintes humanos que conmueven. Un joven matancero de 28 años, Evelio Joel Hernández Martínez —exjugador del equipo de béisbol Cocodrilos de Matanzas y licenciado en Cultura Física—, decidió donar uno de sus riñones a su madre, Misleivy Martínez Zulueta, una trabajadora social de 50 años que llevaba tiempo sometida a hemodiálisis por una insuficiencia renal crónica.
Ambos salieron bien de la cirugía. El procedimiento fue calificado como “complejo” por los doctores, debido a la complexión física del joven y las condiciones quirúrgicas del caso. Según el MINSAP, el trasplante fue posible gracias al trabajo de un amplio equipo médico, que incluyó urólogos, nefrólogos, anestesistas y personal de enfermería.
¿Un logro médico… o un show mediático?
La madre, con lágrimas en los ojos, expresó su gratitud: “Fue su decisión. Me costó aceptarlo, pero él fue firme. Ahora es mi salvador”. Un testimonio real, sentido y digno. Pero aquí es donde entra el problema: el régimen ha convertido este caso en bandera propagandística, como si fuera la norma y no la excepción.
Mientras promocionan este trasplante como “un triunfo del sistema de salud revolucionario”, lo que no se dice —o se oculta entre líneas— es que la mayoría de los pacientes en lista de espera no corren la misma suerte. Sobre todo, los más jóvenes y los más pobres.
Infancias olvidadas y promesas vacías
Organizaciones médicas y familiares llevan meses denunciando que decenas de niños con insuficiencia renal permanecen estancados en listas de espera, sin acceso a trasplantes por la simple razón de que no hay insumos, ni logística, ni voluntad política.
El propio Dr. Christian Leyva de la Torre, jefe de la unidad de trasplantes, admitió que están intentando “recuperar” la actividad de trasplantes, tras años de paralización. ¿Y por qué se paralizó? Porque el sistema está en ruinas, sin equipamiento, sin medicamentos, sin materiales quirúrgicos esenciales.
La doctora Raquel Rondón Reytor lo dijo sin filtros: “Estas operaciones son muy complejas, requieren insumos, tiempo, y compromiso total del personal médico”. Lo que no se dijo frente a las cámaras es que ese “compromiso” no alcanza cuando el Estado no garantiza ni lo básico.
Una salud pública cada vez menos pública
Lo que debería ser un derecho, en Cuba se ha vuelto un privilegio. Solo algunos casos —con conexiones, visibilidad o suerte— consiguen avanzar entre la maleza burocrática y la falta de recursos. Y mientras los medios oficiales convierten una operación aislada en un símbolo de orgullo nacional, la realidad de cientos de pacientes sigue siendo silenciada.
El régimen vende una historia de amor y éxito médico, mientras detrás del telón se acumulan las tragedias no contadas de niños, jóvenes y familias enteras que viven el drama de un sistema de salud colapsado y politizado.
Porque en la Cuba de hoy, hasta para vivir hay que tener “mérito revolucionario”, cámara cerca… y suerte.