Miguel Díaz-Canel volvió a ponerse el disfraz de comandante en combate este 5 de julio, en la clausura del X Pleno del Comité Central del Partido Comunista. Desde su atrincherada retórica, Cuba ya no está en crisis… está en “guerra”, según sus propias palabras. Pero no es una guerra contra la miseria, la corrupción o el desgobierno. Es la misma guerra de siempre, ese cuento trillado del “enemigo externo” que el régimen saca del archivo cuando el pueblo está al borde del colapso.
“Somos un país en guerra”, soltó con dramatismo el mandatario, sin sonrojarse ante la ironía de decirlo desde la comodidad del Palacio de la Revolución, mientras la mayoría del país sobrevive a base de milagros, apagones y pan duro. Su fórmula mágica no varía: echarle la culpa al embargo y al “imperio” de absolutamente todo lo que anda mal en la Isla.
La vieja narrativa del victimismo
Según su guion, Cuba lleva más de 60 años “resistiendo” bombas económicas, desinformación y odio. Pero ni una palabra sobre las verdaderas bombas que explotan cada día en los bolsillos del cubano de a pie: la inflación galopante, la escasez de alimentos y medicinas, la falta de transporte y un sistema eléctrico que ya no da señales de vida.
Díaz-Canel insiste en que todo es parte de una estrategia maquiavélica para fracturar al país, para que “la víctima termine culpándose a sí misma”. La responsabilidad siempre es de otros. Nunca del Partido. Nunca de él.
Verano caliente, pero no por el sol
Al más puro estilo paranoico, advirtió sobre un supuesto plan del gobierno de Estados Unidos para provocar un estallido social en el verano. No es la primera vez que lo dice, y probablemente no será la última. Desde las protestas del 11 de julio de 2021, el régimen vive con el miedo metido en los huesos. Y ahora, como si nada, vuelven las amenazas de “subversión” y “campañas enemigas”.
Pero mientras se distraen buscando fantasmas, la realidad no deja de golpear: cortes de luz de hasta 12 horas, hospitales sin recursos, barrios enteros sin agua ni futuro.
El show de la “resistencia inteligente”
En lugar de cifras concretas o soluciones reales, el presidente volvió a desempolvar su palabra favorita: resistencia. Esta vez, eso sí, con apellido: “resistencia inteligente”. O sea, más aguante, pero con cara sonriente. Más miseria, pero con creatividad. Más sacrificio, pero con coraje patriótico.
También apeló a los jóvenes, a los que pidió “participación activa” y “formación revolucionaria”. Como si la juventud no estuviera ocupada vendiendo sus pertenencias para escapar del país o rebuscándose el pan diario en medio del caos.
Y, por supuesto, no podía faltar el llamado a “combatir la corrupción y el uso de drogas”, mientras la impunidad de los altos cargos sigue intacta y las verdaderas redes de poder se protegen entre sí.
La ceguera que los consume
Para Díaz-Canel, el Partido Comunista es el escudo y la única esperanza. Con esa fe ciega, cerró el evento anunciando la convocatoria al próximo Congreso del PCC, que pretende vender como otro acto de “resistencia heroica”.
Pero en las calles de Cuba, esa resistencia tiene otro nombre: desesperación. El pueblo está harto de discursos vacíos, de consignas recicladas, de líderes que hablan de patriotismo mientras viajan por el mundo y viven alejados de la realidad que ellos mismos han hundido.
Mientras el país se apaga, ellos siguen hablando de guerras. Pero la verdadera batalla la están perdiendo en silencio, frente a un pueblo que ya no cree ni obedece.
