El sistema eléctrico cubano sigue en caída libre. Este martes, las termoeléctricas del país apenas funcionan a un cuarto de su capacidad instalada, una cifra que retrata el desastroso estado del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Según datos de la propia Unión Eléctrica (UNE), cotejados por la agencia EFE, solo cuatro de las siete plantas están generando electricidad, y todas lo hacen a duras penas.
Entre las que están fuera de servicio se encuentra la Antonio Guiteras, en Matanzas, una de las más importantes del país. Su ausencia del sistema agrava aún más la crisis, pues las restantes solo logran aportar unos 689 megavatios (MW) de los más de 2.600 MW que deberían producir si funcionaran correctamente.
Las termoeléctricas cubanas son un símbolo viviente del abandono, la obsolescencia y la falta de inversión que arrastra el país desde hace décadas. Estas plantas, que en otros tiempos llegaron a generar hasta el 40 % de la electricidad nacional, hoy están prácticamente en ruinas. El régimen las exprimió durante años sin mantenimiento serio ni modernización, y ahora el resultado está a la vista: apagones interminables, equipos destruidos y un pueblo exhausto.
Ni siquiera las centrales que “funcionan” lo hacen bien. La de Felton, en Holguín, que debería generar 510 MW, apenas produce unos 180 MW porque uno de sus bloques está roto. Otras como Mariel, Cienfuegos y Nuevitas, levantadas en los años 60 y 70, sobreviven con equipos que ya deberían estar en un museo de antigüedades industriales.
El panorama se complicó aún más con la “salida imprevista” de la Antonio Guiteras, tras una falla en la caldera. Esa avería sola provocó una pérdida de 250 MW del SEN, empujando el déficit de generación a niveles críticos. La UNE admitió que más del 58 % del país podría quedar afectado en el horario pico. En otras palabras: más de la mitad de Cuba sin luz, una vez más.
Y no se trata de algo puntual. En los últimos doce meses, el sistema ha sufrido cinco apagones nacionales, tres de ellos por fallas similares. Es la misma historia repetida una y otra vez, mientras el régimen culpa al “bloqueo” y evita asumir su responsabilidad en el colapso de un sistema que lleva más de seis décadas bajo su control absoluto.
Para diciembre, las autoridades han anunciado una “parada técnica” en la Guiteras que podría extenderse por seis meses. Lo irónico es que ese tipo de mantenimientos deberían hacerse cada siete años, y esta será la primera en quince. Una muestra clara del abandono acumulado y la desidia institucional.
Expertos independientes señalan que la recuperación del sistema eléctrico cubano costaría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares, una cifra imposible para un país en bancarrota y con una economía que sigue desplomándose. Mientras tanto, el pueblo carga con las consecuencias: apagones de hasta 20 horas diarias, alimentos echados a perder, negocios paralizados y familias desesperadas.
El régimen, fiel a su libreto, culpa a las sanciones de Estados Unidos, hablando de una supuesta “asfixia energética”. Pero la realidad es otra. Lo que asfixia a Cuba no es el embargo, sino la corrupción, la ineficiencia y la incapacidad de un gobierno que ha destruido hasta lo más básico: la luz en las casas del pueblo.