En medio del caos, los derrumbes y el abandono institucional que siguieron al paso del huracán Melissa, una ola de solidaridad ciudadana se ha encendido en el oriente cubano, donde el pueblo se ha lanzado a ayudar a quienes lo perdieron todo, sin esperar nada del Estado.
Vecinos, emigrados y usuarios de redes sociales están moviendo cielo y tierra para auxiliar a familias devastadas, como las de Yarima Álvarez y Rachel Torres Mas, dos jóvenes madres de San Germán, en la provincia de Holguín, que hoy enfrentan la tragedia con la única ayuda real que tienen: la del pueblo.
En el grupo de Facebook San Germán-Ofertas, el usuario Hassan Lahera compartió imágenes de las donaciones enviadas a Yarima, madre de tres niños de la comunidad de Felicia 1. “Un millón de gracias a las personas que ayudaron a la muchacha de Felicia 1. Ella les manda bendiciones. Toda ayuda será bienvenida”, escribió, dejando ver la magnitud de la necesidad.
Las fotos muestran paquetes con alimentos, ropa, zapatos y otros artículos básicos. En los comentarios, abundan los mensajes de apoyo, pero también de indignación ante el silencio del gobierno. “Hace falta que le hagan la casa, está en muy mal estado”, escribió una vecina. “En estos tiempos, lo que marca la diferencia es esto”, respondió otra, en alusión al gesto de solidaridad entre cubanos comunes.
El caso más desgarrador, sin embargo, es el de Rachel Torres Mas, madre de dos niños pequeños cuya vivienda fue arrasada por las inundaciones del río. En el grupo Revolico San Germán, el mismo Lahera contó que la joven quedó “en la calle, sin casa ni pertenencias”, y que vivía en el campo de Sain, una zona rural muy afectada.
Las imágenes hablan por sí solas: colchones empapados, muebles partidos, paredes derrumbadas y un techo que ya no existe. Rachel y sus hijos aparecen intentando rescatar lo poco que quedó, entre eso, los libros escolares de la niña, puestos al sol con la esperanza de que al menos eso pueda salvarse.
“Se puede ver que no tiene nada. Lo primero es darle un techo, por Dios”, comentó una usuaria. Otra añadió: “A esa gente hay que hacerles una casa, no darles 10 mil pesos y olvidarse de ellos”. Las redes se llenaron de mensajes similares, de cubanos dentro y fuera del país que se organizan por su cuenta, enviando ayuda, recogiendo donaciones o simplemente amplificando las voces de los afectados.
Las escenas que llegan desde Holguín son apenas una muestra del drama humanitario que atraviesan miles de familias en el oriente del país. Comunidades enteras en San Germán, Báguanos, Contramaestre y Velasco quedaron bajo el agua. Muchas viviendas colapsaron y otras quedaron inhabitables.
Hace pocos días, un video difundido por Martí Noticias se volvió viral al mostrar a una mujer llorando frente a su casa inundada mientras otra familiar la abrazaba y le decía: “No llores, estamos vivos”. Esa frase, tan sencilla como poderosa, se convirtió en símbolo de la resistencia del pueblo cubano frente al abandono estatal.
Mientras las autoridades “evalúan los daños” y lanzan promesas que nunca se concretan, son los propios ciudadanos quienes cargan con el país al hombro. En La Habana, proyectos independientes como Aliento de Vida y Palomas recogen alimentos y medicinas para enviar al oriente, y desde Miami, cubanos del exilio organizan colectas y envíos solidarios.
En contraste, la respuesta oficial sigue siendo la de siempre: comunicados vagos, censura mediática y ninguna rendición de cuentas sobre el destino de la ayuda internacional. Nadie explica qué pasa con los recursos que entran al país ni por qué las familias más afectadas siguen durmiendo sobre el barro, bajo lonas improvisadas.










