¡Ultima Hora! Régimen admite que la actual crisis sanitaria se ha convertido en una epidemia en Cuba y que se les fue de control

Redacción

El propio régimen cubano terminó por reconocer lo que millones de cubanos venían gritando desde hace meses: el país está viviendo una epidemia fuera de control. Pero, fiel a su estilo, el discurso oficial no trae soluciones, solo reuniones televisadas, promesas huecas y el mismo guion de siempre, con Díaz-Canel posando de científico entre papeles y estadísticas inventadas.

Vamos a trabajar esta epidemia como mismo se trabajó la COVID-19”, dijo el gobernante designado en una de esas reuniones de Palacio que ya nadie se cree. La frase, lejos de dar confianza, provocó escalofríos en una población que todavía recuerda el caos, la censura y la manipulación con que se manejó la pandemia.

Una admisión tardía y maquillada

El propio parte oficial habla de 38 municipios con transmisión activa de dengue, más de 21 mil casos de chikungunya y brotes febriles en 68 municipios. Y si esas son las cifras “oficiales”, imagina las reales.

Aun así, el gobierno asegura que “la situación ha mejorado”, repitiendo el cuento de siempre mientras los hospitales colapsan, los barrios se llenan de mosquitos y las familias improvisan tratamientos caseros porque no hay medicinas.

En vez de reconocer la falta de fumigación, la carencia de reactivos o el éxodo de médicos y enfermeros, el régimen vuelve con su libreto gastado: culpar al pueblo por “indisciplinado” y esconder su ineptitud bajo la palabra mágica de “participación comunitaria”.

Propaganda disfrazada de gestión

El reportaje publicado por la Presidencia cubana es pura escenografía. Palabras rimbombantes, consignas de “intersectorialidad” y “ciencia revolucionaria”, pero ni un dato real sobre muertes, hospitalizaciones o recursos disponibles.

Mientras una doctora admite que “no se ha podido llegar a todos los lugares” por falta de combustible y equipos, el texto oficial se apresura a hablar de “brigadas preparadas” y “calidad del trabajo”. Es el colmo del cinismo: pretenden exterminar mosquitos con discursos.

Decir que enfrentarán la epidemia “como la COVID-19” suena a chiste macabro. Aquel desastre dejó miles de muertos no reconocidos, hospitales sin oxígeno y represión contra médicos que decían la verdad. Hoy la historia se repite, con nuevas enfermedades y el mismo aparato de mentiras.

Detrás de tanta retórica se esconde una jugada peligrosa: el lenguaje del reporte —“aislamiento domiciliario”, “ingreso en la vivienda”, “disciplina de los pacientes”— apunta a posibles confinamientos selectivos. Y ya sabemos lo que eso significa en Cuba: más control, más vigilancia y más represión bajo el disfraz sanitario.

Opacidad total y ceguera institucional

Nada nuevo bajo el sol. El sistema sanitario cubano se ha vuelto un muro de silencio. No hay acceso a datos reales ni información pública. Los partes del MINSAP se reducen a monólogos en televisión y comunicados ambiguos donde todo suena a “experiencia acumulada” y “aprendizaje revolucionario”.

Solo ahora, cuando ya no hay manera de esconder los brotes, el régimen se ve obligado a admitir la epidemia. Pero lo hace a su manera: con cifras maquilladas y frases vacías que intentan disfrazar su fracaso estructural.

Un sistema que ya no da más

El colapso sanitario cubano no es producto del azar ni del clima: es el resultado de décadas de abandono y corrupción. Los hospitales sin camas, los laboratorios sin reactivos y las farmacias vacías son consecuencia directa de un modelo que prioriza los hoteles, los desfiles y los actos políticos por encima de la vida humana.

Mientras los médicos emigran y los pacientes mueren sin atención, el régimen gasta millones en propaganda y control social. La “potencia médica” quedó reducida a un eslogan vergonzoso, sostenido por médicos explotados y ciudadanos enfermos sin medicinas.

Cuba enfrenta hoy una crisis sanitaria generalizada sin recursos, sin transparencia y sin rumbo. Pero el castrismo, en lugar de asumir su responsabilidad, prefiere seguir culpando al pueblo, inventando consignas y negando la realidad.

Y mientras ellos juegan a gobernar, el dengue y el chikungunya avanzan, los hospitales se hunden y Cuba entera revive el infierno de la pandemia, esta vez sin vacunas, sin oxígeno y, lo peor de todo, sin esperanza.

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