La cara oculta de La Habana, la que todos conocen, pero de la que nadie habla

Redacción

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La cara oculta de La Habana, la que todos conocen, pero de la que nadie habla

Calles llenas de baches, fachadas sucias y sin pintar, con agujeros y descuidadas, esa es La Habana que todo el mundo conoce, pero de la que muy poco se habla.

Allí no se paga con tarjetas de crédito. Lo que camina es el “cash” y, preferentemente, en euros, dólares o pesos convertibles.

Por detrás del telón, en esta Habana se vende de todo. Desde materiales de la construcción hasta costosos equipos electrodomésticos importados.

En los barrios más pobres y marginales radican algunos de los mercados negros más grandes de toda Cuba. Tal es el caso de San Leopoldo, Los Sitios, Carraguao, Jesús María, Belén, Párraga, Palo Cagao, Los Pocitos, Zamora o Luyanó

Esta es la Habana de carne y hueso, no la que les venden a los turistas para despertar su interés en visitarla. En estos barrios marginales no hay sitios de interés para tomar una foto, solo mucha gente que trabaja poco y roba mucho.

No son pocos los que viven de la compraventa, las casas de juego y de su cuerpo. Se come una vez al día y las personas se alimentan con lo que puedan. Eso sí, se fuma y se bebe en cantidades industriales.

Muchas de las jineteras que terminan casándose con extranjeros y saliendo del país son “Made in” estos barrios.

También músicos como Lucrecia o Yotuel cantante del grupo Orishas. En un solar en el corazón de Cayo Hueso, un barrio obrero y donde la ilegalidad es el pan de cada día, nació Omara Portuondo, la diva de Buena Vista Social Club.

En el callejón de Hammel, en una noche a mediados de la década del 50, surgieron los cultores del “feeling”, encabezados por César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez.

En estos barrios de renombre en lo que refiere a mercado negro en la ciudad, nacieron también varios beisbolistas que se han destacado y que cobran cheques de más de seis ceros en las Grandes Ligas de Estados Unidos.

Se comenta que en las viejas cuarterías devastadas es donde mejor puede conseguirse marihuana y cocaína en La Habana. Donde se alquilan putas por unos cuantos dólares la noche y, en caso de tener que solucionar algún problema grande, puede comprarse incluso un arma de fuego.

Es común encontrar cafeterías (legales y por debajo de la mesa) que venden cajitas de comida a 30 pesos. Además, si buscas conseguir carne fresca o jamón elaborado en el patio trasero de alguna vivienda, este es el lugar idóneo.

En tiempos de coronavirus, en estos barrios es donde residen la mayor parte de los “coleros”, personas que se dedican a marcar en las multitudinarias colas para comprar productos de aseo y alimentos en las tiendas. Esta modalidad, se ve complementada por la labor de los revendedores, que un paquete de pollo de 4 CUC lo revenden en 10 CUC, un pomo me aceite en 4 CUC y hasta un tubo de crema dental de la bodega, lo tienen en venta en 5 CUC.

También se consiguen baterías para motos eléctricas, partes y piezas para autos. Guitarras de cajón y tambores. Incluso artículos eróticos como consoladores y vibradores. Se venden ropas de marca, pelucas y bisoñés de calidad. Se alquilan trajes a las chicas que cumplen 15 años. Y se ofrecen los más variados servicios de plomería y albañilería para reparar las casas.

No se aconseja que turistas se pasee solos por estos lares. De noche, suelen ser incluso más peligrosos, incluso para los propios cubanos.

Si durante su visita a La Habana jamás visitó los sitios humiles y feos, entonces no conoció La Habana profunda. Puede que se haya llevado no pocas fotos del capitolio, el casco histórico o el Morro, pero nunca puso un pie en un Habana en la que se habla un lenguaje en clave que solo conocen sus moradores.