Pese al destrozo y la mugre, para muchos La Habana sigue siendo la mejor ciudad del mundo

Redacción

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Pese al destrozo y la mugre, para muchos La Habana sigue siendo la mejor ciudad del mundo

Aun con todo el destrozo y la mugre que está presente en La Habana, esta ciudad sigue siendo muy presumida. Portales lineales y grandes columnas con figuras de yeso. Barrios con sabor propio como Atarés, El Pilar, Carraguao, La Víbora, Lawton, Sevillano, Mantilla, Párraga, Buena Vista, Pogolotti, San Leopoldo, Colón, Cayo Hueso, El Vedado o Miramar, los cuales tienen sus contrastes.

Para los habaneros de pura cepa no hay mejor equipo de pelota que Industriales. Ni malecón con mejor vista que el de la capital. La desidia y el abandono no han impedido que La Habana sea una metrópolis única.

No es menos cierto que los precios son del primer mundo y su infraestructura del cuarto. Sitios destrozados. Calles llenas de baches legendarios, por cuyas cañerías rotas se bota el agua a raudales. Una buena parte de las viviendas piden a gritos una reparación capital. Cines en los que se pudo ver por primera vez a Charles Chaplin, hoy no son más que parqueos de bicicletas, almacenes o sitios en los que las parejas dan tienda suelta a sus amoríos ante la imposibilidad de rentar un cuarto en condiciones.

En La Habana se inventan jergas con frecuencia que son de difícil entendimiento para el resto de los hispanos parlantes. Por 2.50 CUC es posible encontrar una libra de carne de res en el mercado negro e incluso conseguir camarones. La Habana de verdad, a las claras no es la que sale en el noticiero ni la que venden a los turistas en los paquetes publicitarios.

La verdadera Habana es la que sus pobladores viven del invento, donde los efectos electrodomésticos tienen más vidas que un gato y donde se pasean un gran número de autos americanos de más de 70 años de explotación. Al punto de ser considerada el mayor museo automovilístico al aire libre.

En buena parte de las casas habaneras existen muebles que han perdurado desde la época de los abuelos. Cunas, corrales, sillones, son solo algunos de los que han ido pasando de generación en generación.

En La Habana no hay imposibles, a menos que se pretenda comprar una bolsa de nieve o un pichón de dinosaurio. Cualquiera cosa es posible conseguirla en el mercado negro. Botellas de ron Santiago y Caney que salen por la puerta de atrás de la antigua fábrica Bacardí y se consiguen a mitad de precio. Celulares iPhone o Samsung Galaxy. Laptops y tabletas Apple. Televisores Sony de alta definición. Video juegos Xbox. Zapatillas Converse, Nike y New Balance. Jeans Guess y chaquetas de mezclilla Levi’s.

A pesar de las limitantes que supone el embargo de Estados Unidos sobre la Isla, en algunos comercios por moneda dura se venden productos Made in USA, desde Coca Cola hasta manzana. Todos eso y mucho más, procedente de “gringolandía”, se vende a precios más asequibles en casas que se han convertido en tiendas que funcional por debajo de la mesa.

En un solar del barrio Jesús María lo mismo se pueden encontrar jabones robados de Suchel, Viagra, tabletas de Chocolate Hershey o cualquier tipo de alimento.

Quien ande suelto de dinero y quiera tener una noche movida, puede encontrar chicas de todo tipo, para todos los gustos y a diferentes precios. Los mismo una rubia despampanante que una mulata que deja sin aliento al más pinto.

En algunas zonas del malecón se puede ligar a un homosexual. Al igual que en varias zonas de la víbora se pasean los travestis que se prostituyen en moneda nacional.

Puede que en La Habana no existan rascacielos como en la Gran Manzana, pero existen numerosos parques en los que se reúnen lo mismo cubanos que extranjeros. Al contrario, a como sucede en algunos sitios como Caracas o Juárez, por las calles de La Habana aún se puede caminar de noche sin que tu vida corra peligro al encontrarte con un ratero.

Quizás de aquí a 20 años en La Habana se viva mejor y se echen en falta muchas menos cosas. Ya veremos…