Diario de un extranjero que pasó una semana en La Habana comiendo con menos de 20 dólares

Redacción

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Diario de un extranjero que pasó una semana en La Habana comiendo con menos de 20 dólares

Si vas como turista a La Habana, lo más posible es que te gastes una buena cantidad de dinero en comida. Sin embargo, si cuentas con un presupuesto más ajustado, puedes optar por comer “a lo cubano”, visitando los mismos sitios en los que los locales compran sus alimentos y así pudieras incluso estar comiendo una semana entera por 20 dólares.

El tema de la alimentación es bien delicado para los cubanos. Muchos comienzan el día sin tener la menor idea sobre lo que se llevarán a la boca y, en casos más extremos, sin tan siquiera el dinero con el que salir hacer a hacer sus compras.

Para comer como los cubanos hay que tener mucha paciencia. Además, se requiere ser todo un catedrático para el tema del cambio de las monedas, ya que 1 CUC (que equivale a un dólar americano) se cambia por 24 CUP (pesos cubanos) y si se pretende ahorrar al máximo hay que estar muy claro con esto.

A continuación, te compartimos la historia de un extranjero que pasó una semana comiendo con tan solo 20 dólares en Cuba.

DIA 1

En la tarde del mismo día que llegué a La Habana me fui a visitar la famosa heladería Coppelia en el barrio El Vedado. La heladería se encuentra en un edificio modernista de los años 50 y cuenta con varias áreas para comer.

Los empleados controlan las filas y van dejando pasar a pequeños grupos de cinco o seis personas a medida que se van liberando las mesas.

“Los extranjeros van por allá”, me dice uno de ellos, señalando una caseta al lado de la enorme fila. Cuando le digo que quiero disfrutar el helado en la zona común, donde comen los cubanos, me mira sorprendido y me dice: “¿Quieres esperarte en la fila? Es cosa tuya entonces, los turistas van por allá”.

Luego de aproximadamente una hora en la fila pude entrar y sentarme en la cancha. La mujer que me atiende me deja claro que no tienen chocolate y tras notar mi acento me sugiere que vaya a la zona de los turistas.

Cancha en el Coppelia

Los cubanos no están habituados a que los turistas coman en los mismos lugares que ellos. Se quedan sorprendidos y no comprenden cómo es posible que un turista quiera hacer las cosas como ellos.

En la mesa contigua una joven me dice que soy muy valiente al comer en esa zona, ya que los helados no saben a nada y son hielo puro.

Cuando termino con el helado y me dispongo a pagar, la empleada me abre los ojos muy molesta al ver que pretendo hacerlo con un billete de 5 CUC.

“Por eso te dije que fueras a la zona para los turistas. No tengo cambio para un billete tan grande”, me dice.

La chica con la que platiqué anteriormente se ofreció a pagarme el helado y, luego de agradecerle, me marché de lugar.

DIA 2

Los cubanos dan por sentado que todos los extranjeros que visitan el país tienen mucho dinero. Aunque si se comparase con el salario promedio de la Isla, lo tendrían.

El salario promedio de los cubanos ronda los 25 dólares al mes, por lo que, si yo tengo 60 dólares en mi bolsillo, poseo el equivalente a dos meses de salario en la Isla.

A la hora del almuerzo me dirijo a “Variedades Obispo”, la calle más concurrida de toda La Habana Vieja y donde puedes encontrar sitios en los que comer con poco dinero.

Me siento en la barra y se me acerca una joven que me pregunta pícaramente: “¿Dime papi, que te pongo?”

Le digo a la joven que deseo comer pollo frito, ensalada y papas. La observo mientras se encuentra sirviendo mi comida y alcanzo a notar como sus larguísimas uñas llegar a rozar el arroz, pero no le menciono nada al respecto.

“Aquí tienes papi, tu pollo. Es muslo porque la pechuga no se consigue en estos sitios en los que se vende comida a los cubanos”.

El pan con lechón, que de carne de cerdo siempre trae poco, es común en las calles de La Habana

Al pedirle la cuenta me dice que son 40 pesos cubanos (1.30 en dólares). Saco un billete de 3 cuc para pagarle y le digo que se quede con el cambio.

Antes de dejar el sitio noto que en el otro extremo de la tienda están vendiendo sándwiches de cerdo a 10 pesos cubanos (cincuenta centavos en dólar).

Me acerco y le pido que me prepare uno. El hombre toma el pan, le coloca un poco de sal y luego le agrega una minúscula porción de carne de cerdo y un poquito de vinagre. Cuando voy a pagarle con 5 cuc, se pone muy molesto y me dice que no puede aceptar un billete tan grande, que no tiene cambio para eso.

DIA 3

En La Habana en muchos restaurantes ofrecen cajitas. Estas son las mismas que se suelen encontrar en cualquier fiesta cubana. Si pides una comida para llevar obtienes una de estas y si te pones de suerte te dan una cuchara o tenedor plástico. En caso contrario, hay que arrancar un pedazo de la caja y utilizarlos como cubierto. Siempre te daban arroz, yuca, o papa con cualquier otra carne que tuvieran –que siempre era cerdo—.

En cualquier caso, con aproximadamente 1.50 en dólares, pude comprarme una de estas cajitas.

Las cajitas siempre son una solución rápida para salir del paso en un almuerzo

DIA 4

Decido preparar mi propia comida en la cocina del apartamento que tengo rentado. Para eso, me dirijo al mercado que se encuentra ubicado en la calle 17 y K en el Vedado.

En el mercado venden una gran cantidad frutas y vegetales, pero no hay carne de res. Las únicas proteínas que se encuentra disponible es la carne de cerdo, la cual cuesta entre 80 y 90 CUP el kilo (unos 3.60 dólares).

Al vendedor ver mi interés me comenta que puede resolverme “por la izquierda”, casi cualquier cosa. Lo mismo carne de res, que langosta.

Mercado en la calle 17 y la calle K en El Vedado

La conversación sostenida con aquel vendedor pudo llevarlo directamente a la cárcel. Ya que la venta ilegal de estos alimentos conlleva a multas y condenas de hasta tres años de prisión. Las leyes cubanas prohíben incluso el sacrificio de ganado mayor, lo cual se pena hasta con 10 años de cárcel.

El precio de los demás alimentos los encontré relativamente acorde al salario promedio de los cubanos, por lo que compré tomates, carne de cerdo, un cartón de huevos, boniato, papas y algunas frutas y todo no llegó a los 8 dólares.

DÍA 5

El tomar café es casi religioso para los cubanos. En cada casa a la que vas es lo primero que te ofrecen. Sin estas en la calle, en cualquier cafetería puedes encontrarlo.

Mientras camino por una panadería cerca de calle Galiano en Centro Habana me llaman las dos mujeres que la atienden: “Ven aquí papi, prueba este pan y dinos que piensas”.

El pan no era nada del otro mundo, pero si se encontraba muy bien horneado.

Las ofertas de panes con algún producto son las más comunes en las calles de La Habana

En La Habana no esperes que te brinden leche junto al café. Si no estás acostumbrado a no tomar leche entonces tienes que ir a comprarla a los mercados en moneda convertible, aunque sus precios son bastante caros incluso para la leche en polvo.

En las panaderías estatales los cubanos pueden adquirir un pan al día por el precio de 0.05 centavos en moneda nacional. En caso que haya disponibilidad para vender pan extra, lo venden en 1 peso (0.05 centavos en dólares)

DIA 6

Cuba está rodeada de agua, por lo que suponía que encontrar pescado sería algo bastante fácil. Estaba equivocado.

Es muy común ver a las personas pescando en el malecón para su propio consumo, aunque existen carteles que lo prohíben. No utilizan cañas de pescar modernas ni nada sofisticado, sino que se valen de una cuerda de nylon con plomos en la punta y anzuelos caseros.

Al acercarme a uno de estos pescadores y preguntarle cómo le suele ir atrapando peces, me dice que de vez en cuando se coje algo, aunque muchas veces vira para su casa sin tener mucha suerte.

La pizza es el socorrido habitual

“No hay mucho y además tienes que tener mucha paciencia para coger algo aquí, pero algo es algo”, me dice.

Al preguntarle si conocía algún lugar en el que comprar pescado fresco en la ciudad, me responde inmediatamente.

“No hombre no. La industria de pesca en el país está en ruinas desde que se fueron los rusos. Para conseguir pescado tiene que ser comprado en el mercado negro y los precios son bastante caros”

DIA 7

Me encuentro caminando cerca de la calle Paseo cuando veo un restaurante viejo en el que se encuentran no pocos ancianos y decido llegarme. Al entrar al sitio, todo se quedan mirándome como preguntándose:

“Y este que está haciendo aquí”, pero ya estoy acostumbrado a que me miren raro al entrar a sitios en los que suelen comer los cubanos.

En el sitio se venden hamburguesas de carne y queso, aunque nadie sabe a ciencia cierta de que animal proviene la carne.

“Son a 5 pesos (unos 25 centavos en dólar) señor”, me dice la camarera.

Los churros también forman parte ahora del paisaje gastronómico en La Habana

En esa ocasión me había asegurado de llevar encima suficiente moneda nacional para no tener que lidiar con los dependientes que nunca tienen cambio.

La hamburguesa sabe a todo menos carne. Es una especie de masa compacta que al parecer está mezclada con soya.

Me como mi hamburguesa tranquilamente para no demostrar a los demás que me parece horrible y luego me despido de todos antes de dejar el lugar, aunque nadie me responde.

Al final de mi semana en La Habana no llegue ni a gastar 20 dólares americanos. Si tuviera que vivir como un cubano tendría que apañármelas con unos 5 dólares para una semana y no solo para comer, sino para todos los demás gastos en general.

Su tuviera que vivir así siempre, puede que también estuviese enojado la mayor parte del tiempo.