El Consejo Nacional de las Artes Escénicas informó a través de su página en la red social Facebook que el reconocido actor cubano Manuel Porto falleció en esta jornada. «Con profundo pesar despedimos a Manuel Porto, uno de los grandes talentos de la actuación en nuestro país», dicta la publicación en la red social de la institución.
Justo en esta jornada Porto celebraba su cumpleaños. El será recordado y admirado siempre por la diversidad de personajes complejos que ha encarnado, de manera siempre diferente, con desdoblamientos profundos de la personalidad, física y psicológica, pero siempre con la misma maestría; es que Porto es un tremendo actor, pero es más que un tremendo actor.
Miles de televidentes en la Isla recuerdan por sus papeles en aventuras como El halcón o El águila, y en series dramáticas como La frontera del deber, Algo más que soñar o Cuando el agua regresa a la tierra.
Alejado de los escenarios desde hace un tiempo, decía que lo suyo no eran las redes sociales y que quizás por eso muchos no conocían que era de su vida.
Vivía en la barriada de Pogolotti, en La Habana, junto a su esposa Lila, con quien llevaba 32 años de matrimonio. Además, sus tres hijos heredaron su amor por el arte: Mixael, el mayor, es director de programas televisivos en Cuba; Alejandro, el del medio, hoy vive en Portugal, pero se formó como bailarín del conjunto artístico Korimakao, fundado por el propio Porto hace 29 años; mientras el más pequeño, Arturo, forma parte del equipo de producción de este grupo.
En 1992 fundó lo que consideraba su mayor obra, el grupo Korimakao, pero después de 17 años, en el 2009, se vio obligado a alejarse de su dirección por problemas de salud, al debutar como diabético y tener complicaciones renales.
Superar los 70 años dice que lo había obligado a reinventarse. Bromeaba con la cuestión de que si Robert de Niro trabajara en Cuba se moriría de hambre.
«¿Cuál es la función de las personas de mi edad? Casi nunca tienen contradicciones, historia. Algún día se escribirán novelas sobre adultos o ancianos protagonistas. Por ahora los viejos quedamos para los mandados, dar consejos, cuidar de los nietos o de la mujer que está loca», comentó hace unos meses en una entrevista.
Sin embargo, aun a estas alturas, seguía entregándolo y entregándose todo, como lo vemos en la actual telenovela que está siendo transmitida en Cuba. No importa si es en una puesta en escena como El tío Vania, La hoguera o El vuelo del quetzal, mucho menos si es una serie.
Manuel Porto asumía con igual responsabilidad cada personaje, cada filme en esa larga lista donde figuran Se permuta, Caravana, La vida es silbar, Barrio Cuba y José Martí: el ojo del canario.
La actuación la descubrió, más que por vocación, por embullo. Si las circunstancias hubieran sido otras, ahora sería General de Brigada, artillero antiaéreo.
«Yo quería ser militar. Jamás en mi vida, desde que nací, pensé en subirme a un escenario. Tenía entre 18 y 19 años cuando hice mi primera obra: La Falsa Justicia del Señor. Estaba en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y pertenecía al movimiento de aficionados.
Todo para nosotros era un juego, pero no tenía idea de ser artista. Los fines de semana salíamos a las unidades militares para hacer actividades y nos dejaban después, sobre todo a los que estábamos en La Habana, estar en la casa hasta el lunes por la mañana y entrar a la unidad».
Aquella primera presentación del negrito-blanquito de Pogolotti, en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, fue el inicio de una prolífica carrera actoral.
A Raquel Revuelta, Verónica Lynn, Reynaldo Miravalles y otros icónicos intérpretes de la pantalla cubana le debe su formación como artista. Ellos fueron sus libros de estudio y sus maestros en el entonces Instituto Cubano de Radiofusión, hoy ICRT.