La historia olvidada de las peligrosas mascotas que albergaba la dueña de la Finca de los Monos en La Habana

Andrés Parra

La historia olvidada de las peligrosas mascotas que albergaba la dueña de la Finca de los Monos en La Habana

El legendario castillo de estilo gótico francés tardío, construido en la antes incendiada quinta Las Delicias y conocido hoy como Finca de los Monos, fue propiedad de Rosalía Abreu Arencibia, una muy adinerada mujer (nacida el 15 de enero de 1862 en lo que hoy es Santa Clara).

La mansión con interiores eclécticos, localizada en la calzada de Santa Catalina y Palatino (municipio Cerro), fue edificada luego de que Rosalía volviera a Cuba en 1899, después de cursar estudios en Estados Unidos y habiendo recibido la enorme herencia que había dejado su padre, don Pedro, un poderoso terrateniente azucarero. Ella fue una de las mayores benefactoras de la causa independentista cubana durante la Tregua Fecunda.

Rosalía era conocida por tener un fuerte carácter y un temperamento con afición a la controversia y al capricho, por lo que comenzó a acumular series de guacamayos, papagayos, loros, canarios, pavos reales, gallos japoneses, águilas, ciervos, caballos, etc; todo tipo de animales, en realidad, pero con especial inclinación hacia las aves. No solo eso, también fue dueña de un tigre, un oso pardo y un cocodrilo, los dos primeros habitando jaulas reforzadas y el tercero, un pequeño lago de la propiedad.

La doña enviudó en 1907 y comenzó a estudiar con gran compromiso las costumbres y hábitos alimenticios de los antropoides, gracias a la colaboración y asesoramiento de la casa de altos estudios donde cursaba su hijo Jean, la Universidad de Yale, y del zoológico de New York.

Esta señora de la alta sociedad, acostumbrada a hacer lo que le apetecía, llenó toda el terreno con unos 200 ejemplares de 40 especies de animales exóticos de Asia y África, lo que provocó gran inquietud en toda la isla.

La aristócrata, dotada de increíble paciencia y bondad, notó signos de inteligencia en algunos de sus chimpancés y se decidió a estudiar este fenómeno. Cultivó las habilidades de los simios hasta lograr que muchos lavaran, plancharan, se vistieran, bebieran agua en vaso, comieran con cubiertos en la mesa, tocaran algo de piano o de guitarra, montaran bicicleta y fumaran con pipa.

Jimmy, uno de los primates, llegó a ser considerado la mascota preferida, pues la acompañaba a todos lados vestido con un traje hecho a su medida, viajaba en el asiento delantero, abría la puerta del automóvil y llevaba el equipaje. Jimmy también se encargaba de recibir a los invitados con reverencias y guardar sus abrigos y pertenencias (incluso devolverlos sin equivocarse) en las tertulias literarias domingueras que Rosalía retomó luego de terminar con el luto.

El pintoresco primate también provocó una revolución en la comunidad científica mundial cuando procreó, junto con una orangutana llamada Cucusa, el primer chimpancé concebido en cautiverio en el globo, Anumá, nacido el 27 de abril de 1915.

Luego de que Anumá haya aparecido, Rosalía recibió telegramas con felicitaciones de parte de William T. Harnaday, director del zoológico de Nueva York, del doctor Elie Metchnikoff, premio Nobel en Medicina, así como otros expertos reconocidos. El Carnegie Institution de Washington y la Universidad de Yale enviaron en 1924 a Robert M. Yerkes hacia Las Delicias con la idea de investigar el hábitat creado por Rosalía para sus “inquilinos” y replicar la experiencia en Estados Unidos, evento reflejado como en su libro Casi humanos, donde los califica como “los experimentos antropológicos más grandes que jamás se habían hecho en el planeta”.

Tristemente, la historia de Anumá es diferente. El periodista Jorge Oller y Oller, destacó en una más celebradas crónicas, con fecha de 2014, que Anumá era el más travieso y consentido, cuidado con especial esmero por los veterinarios. Rosalía lo castigaba, pero con unas volteretas ya tenía su perdón, y a los 10 años alcanzó el tamaño de una adolescente, con el carácter correspondiente incluido.

En una ocasión, uno de los guardianes lo regañó, a lo que el mono respondió arrancándole dos dedos de la mano izquierda. Para disparar al aire con el fin de pedir auxilio, Juan Lezcano, como se llamaba el guardia, sacó el revólver y, ante un nuevo ataque de Anumá, le disparó en defensa propia. Como el proyectil no tocó órganos vitales, los médicos tomaron la decisión de no extraerlo, pero la bala se desplazó hacia el corazón años más tarde, y Anumá falleció al no tolerar la anestesia de la cirugía para removerla.

Pese a los comentarios sensacionalistas que siempre acompañaron su nombre en la prensa, Rosalía recibió a la gran bailarina Isadora Duncan en la misma Finca de los Monos.

Otra de las más atractivas leyendas del recinto es la de Cholo, un orangután muy inteligente que fungía como una especie de paje en la casa de Rosalía, quien le acogió con cariño tras demostrar las habilididades que iba desarrollando, y él se enamoró de ella, por lo que los celos emergieron en el simpático simio cuando veía a su dueña instruir cada mañana al administrador de la hacienda. Cholo lo asfixió y, al considerarlo los humanos un crimen pasional, Rosalía se negó a sacrificar al mono y, por consiguiente, fue donado al Campo de Marte».

La peculiar dueña murió rodeada de maní y platanitos el 3 de noviembre de 1930, a los 68 años, y sus mascotas, la mayor colonia de monos cautivos del mundo, fueron rechazadas por muchos potenciales hospederos, pese a que se rumoreó que les dejó mucho dinero en herencia.

Se pensó, por parte de la administración presidencial de Gerardo Machado, un proyecto de zoológico en Rancho Boyeros, idea que no prospera debido a falta de financiamiento, por lo que los miembros son enviados hacia universidades y circos.