¿Sabías que Cuba también tiene su propio puente de Brooklyn?

Redacción

Con la misma tecnología del icónico puente de Brooklyn en Nueva York, utilizando cables trenzados, en Cuba también se construyó una obra de ese tipo. Esta curiosidad de la ingeniería se encuentra sobre el río San Agustín, en la periferia de la ciudad de Matanzas, y son muy pocos los cubanos los que conocen de su existencia.

Para los viajeros que recorren la Carretera Central, el puente de Brooklyn cubano no es más que un conjunto de viejas tuberías y cables oxidados que aguantan de puro milagro la obra.

La primera mención a este puente aparece reflejada en la memoria constructiva del acueducto de Matanzas, el cual se inauguró en el año 1872.

“En el paso del río San Agustín he proyectado un puente tubular de hierro para colocar la cañería sobre él. Esta obra es la única de alguna consideración que existe en toda la línea que me ha parecido inevitable”, escribió el ingeniero mexicano Juan Francisco Sánchez Bárcena, quien estuvo a cargo de las obras.

Bárcena prefirió que las tuberías pasaran por encima del puente en lugar que por debajo, ya que así se evitarían las averías provocadas por las crecidas del río San Agustín.

Para la construcción del pequeño puente de Brooklyn cubano, en la Atenas de Cuba, se montó una estructura colgante con cables de acero, columnas y varillas de hierro que se extienden por 62 metros.

Ni siquiera los propios vecinos del lugar conocen al detalle la historia del viejo puente, aunque los que más tiempo llevan viviendo en sus inmediaciones aseguran que antiguamente tenía una especie de barandas que facilitaban el paso, pero que estas fueron desapareciendo con el paso de los años.

El puente de Brooklyn cubano pudiera desaparecer de un momento a otro si no se le presta la debida atención, aunque a juzgar por la vieja tubería del siglo XIX, que ya no funciona, lo más probable es que gobierno deje morir esta obra como mismo ha sucedido con otras numerosas construcciones.

Mientras tanto, allí se encuentra el viejo puente de Matanzas, a merced de las inclemencias del tiempo y las crecidas del Río San Agustín, hasta que un día, de una vez y por todas, se venga abajo para siempre.