Alamar, del sueño a la pesadilla

Redacción

El terreno que actualmente es conocido como Alamar fue comprado en los años 50 por la compañía del Aeropuerto Internacional de La Habana para ampliar la ciudad hacia el este. La empresa comenzó a trabajar en la zona con el objetivo de crear nuevos asentamientos urbanos y en 1959 se habían realizado obras de infraestructura y se había instalado mobiliario urbano.

El proyecto fue inspirado en ciudades satélites como Vållingby en Estocolmo y en el movimiento de las New Town en Londres, con el fin de reducir la congestión en el centro de la ciudad. En los años 70 se comenzaron a construir conjuntos de viviendas con servicios básicos en las periferias de La Habana y Alamar fue uno de los lugares ideales debido a sus amplios terrenos disponibles.

Para la construcción del proyecto, las autoridades cubanas utilizaron microbrigadas sociales, que consistían en retirar a los trabajadores estatales de su trabajo para involucrarlos en el proceso de autoconstrucción, motivados por la necesidad de obtener una vivienda propia.

Alamar fue originalmente planificado como los suburbios estadounidenses, con viviendas individuales y baja densidad poblacional, dependiendo del automóvil para el acceso a los trabajos y servicios. Se estima que antes de 1959, cerca del 10% del territorio de Alamar ya estaba ocupado por viviendas, a las que se agregaron alrededor de 400 más, conocidas como “las casitas de los rusos”, construidas por el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda en 1960 y asignadas en su mayoría a técnicos extranjeros.

La urbanización de Alamar fue diseñada por el ingeniero Gustavo A. Béquer en el periodo republicano, pero el diseño arquitectónico proyectado posteriormente para la zona no era compatible con la concepción de las manzanas propuestas. En lugar de adaptar las propuestas arquitectónicas al trazado urbano, la Dirección de Vivienda del Ministerio de la Construcción de La Habana alteró la retícula ya construida para hacer que los edificios encajen, lo que resultó en una solución inadecuada.

En el texto se describe un diseño urbanístico que dividió una zona de ocho kilómetros cuadrados en diez microdistritos con una capacidad de alojamiento de entre 8.000 y 15.000 habitantes, sumando un total de 130.000 personas. Uno de los microdistritos fue diseñado para albergar una planta industrial y garantizar puestos de trabajo en el sector femenino.

Los edificios construidos siguieron diversos sistemas de construcción, incluyendo el E-14, SP-79, IMS, Gran Panel 6 y LH Gran Bloque. La dirección técnica estuvo a cargo de un equipo liderado por el arquitecto Humberto Ramírez, con un grupo de arquitectos, ingenieros y técnicos insertados en la CUJAE.

Sin embargo, los arquitectos estuvieron limitados por los diseños preconcebidos y no pudieron incluir elementos como áreas exteriores, espacios públicos, estacionamientos o mobiliario urbano, lo que dio como resultado que los habitantes tuvieran que crear soluciones informales para cubrir sus necesidades.

Las viviendas terminadas se otorgaron a los trabajadores a través de asambleas en los centros de trabajo, basándose en sus méritos y necesidades. Además, cada edificio tenía que donar un apartamento a familias latinoamericanas refugiadas en Cuba. Esto resultó en una proporción de 20% para los edificios construidos con tecnología tradicional y 50% para los prefabricados. Excepciones se hicieron para los edificios del Ministerio del Interior y el Ministerio de las Fuerzas Armadas, y para aquellos que debían ser utilizados por un organismo estatal.

El proyecto de Alamar, presentado por el Gobierno como la solución al problema de la vivienda en la capital, ha sido marginado debido a la falta de identidad y sentido de pertenencia por parte de sus habitantes. Estos deben desplazarse grandes distancias en condiciones precarias para satisfacer sus necesidades básicas, que su entorno no puede cubrir.

La escasa disponibilidad de recursos humanos y materiales, junto con el cambio de interés del Gobierno, han provocado la desaparición gradual del movimiento de las microbrigadas, dejando edificios de vivienda abandonados y sin terminar a la vista de todos durante años.

En la actualidad, es difícil comprender la identidad de los barrios y los límites de los espacios públicos en esta zona, un resultado de la falta de conexión entre los habitantes y la urbanización. Además, faltan elementos esenciales del diseño urbano, lo que ha llevado a algunos a afirmar que se construyeron los edificios pero no se completó todo lo demás.