Después de casi tres días de angustia y conjeturas, finalmente se supo la verdad detrás de la desaparición de Jonathan Ortiz, un muchacho de 26 años que manejaba un triciclo eléctrico por las calles de La Habana. Su paradero fue un misterio desde el martes por la mañana, pero gracias a la presión en redes sociales y la respuesta rápida de la Policía, el caso tuvo un desenlace inesperado.
Jonathan fue encontrado el jueves, totalmente bajo los efectos de drogas, en una casa casi en ruinas en plena Habana Vieja, acompañado por personas que también estaban en una situación complicada. Lo más preocupante del hallazgo fue que en el mismo sitio vivían menores de edad, expuestos a todo ese ambiente.
Mileidis Pérez, amiga del joven y quien dio la voz de alerta desde el principio, confirmó la noticia en el grupo de Facebook “Bicimotos y triciclos en La Habana”, donde desde el primer momento la gente se volcó a colaborar con datos y pistas. Gracias a los mensajes que comenzaron a llegarle de forma privada, la búsqueda cogió fuerza.
Con esa información clave, el primer teniente Pablo Valdés, de la estación policial de la calle Picota, coordinó un operativo que dio en el clavo. Junto a otro oficial, encontraron a Jonathan fuera del inmueble, drogado y completamente desorientado.
“Estaba en un lugar deplorable, con personas en la misma situación, y lo peor es que ahí mismo vivían niños. Fue impactante”, contó Mileidis, todavía conmovida por el hallazgo.
Para alivio de todos, también lograron recuperar el triciclo eléctrico, que no era propiedad del joven y que se temía perdido o robado. Ese vehículo fue una de las grandes preocupaciones en las primeras horas, porque muchos temían que a Jonathan le hubiera pasado algo grave para quitárselo.
“Al principio pensamos lo peor, que lo habían matado para robarle. Pero por suerte fue todo lo contrario”, dijo Mileidis. Aunque la noticia trajo algo de tranquilidad, también dejó un sabor amargo: “Jamás imaginé que él estuviera metido en eso. Siempre fue tranquilo, serio, nunca dio señales de consumir drogas”, confesó.
Todo comenzó cuando Mileidis, al ver que Jonathan no respondía llamadas ni aparecía por ninguna parte, decidió acudir a la Policía y luego llevar el caso a las redes sociales. Lo describió como un joven trabajador, sin problemas ni malos hábitos conocidos, y gracias a esa publicación inicial se activó una cadena de solidaridad que terminó siendo clave para encontrarlo.
Este caso ha vuelto a poner sobre la mesa la realidad del consumo de drogas en entornos vulnerables de La Habana, y al mismo tiempo ha mostrado el poder de las redes sociales como herramienta para movilizar a la comunidad. A pesar del susto, Jonathan está vivo, y ojalá esta experiencia sirva de sacudida para cambiar el rumbo de su vida.