Desde Washington llegó una nueva medida que pone a los diplomáticos cubanos en territorio estadounidense bajo la lupa más fina. Ahora, cada vez que uno de ellos quiera ir a una escuela, hablar con algún funcionario local o incluso visitar un laboratorio agrícola, tendrán que avisarlo con antelación al Departamento de Estado.
La decisión fue firmada el 18 de abril por Clifton C. Seagroves, quien dirige de forma interina la Oficina de Misiones Extranjeras. Según el documento oficial, publicado esta semana en el Registro Federal, todo tipo de contacto con autoridades estatales o locales, centros educativos o de investigación, y otras instituciones similares, será considerado un “beneficio”. Y como todo beneficio bajo la Ley de Misiones Extranjeras, puede estar sujeto a restricciones.
La movida no se queda en una simple notificación. Las autoridades estadounidenses también se reservan el derecho de imponer más condiciones cuando lo consideren necesario, según el criterio del director o subdirector de la Oficina. En buen cubano: cada paso que den los diplomáticos cubanos en EE.UU. será con permiso y supervisión.
Aunque en el documento no se menciona si esta medida responde a un hecho específico o a un giro más general en la política exterior, lo cierto es que vuelve a tensarse el pulso entre ambos países, justo en un momento donde las relaciones bilaterales no atraviesan precisamente su mejor momento.
Desde La Habana, la respuesta no se hizo esperar. El viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, no se anduvo con rodeos y soltó que Estados Unidos sigue intentando tumbar al régimen por la fuerza, y que ya están “a un paso” de convertirlo en una agresión militar directa. Palabras mayores.
Además, como parte de su narrativa, el gobierno cubano volvió a poner a Marco Rubio en el centro del ring, acusándolo de impulsar este tipo de sanciones y medidas que, según ellos, solo buscan seguir golpeando a la isla.
Este nuevo capítulo en la novela de las relaciones Cuba-EE.UU. marca otra raya más en la cebra diplomática que llevan pintando desde hace décadas. Para muchos, esto no es más que otra señal de que la distensión sigue lejana y que, al menos por ahora, la diplomacia cubana en suelo americano tendrá que moverse con pies de plomo… y con GPS activado.