Después de casi cinco meses de arreglos, remiendos y promesas, la unidad 3 de la Central Termoeléctrica “Carlos Manuel de Céspedes” en Cienfuegos volvió al ruedo el 1.º de mayo… pero solo por cuatro días. Lo que el gobierno vendió como una “victoria técnica” se convirtió, una vez más, en otro capítulo del drama energético que está fundiendo a Cuba.
El dichoso bloque, que llevaba desconectado desde diciembre de 2024 por una tanda de averías que no daban tregua, fue finalmente sincronizado al Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Pero, el 5 de mayo volvió a salirse del juego por culpa de un salidero en la caldera, echando por tierra el bombo y platillo con que se había anunciado su regreso.
Desde que arrancó el año, las noticias sobre esta unidad han sido a cuenta gotas. Las autoridades soltaban información con pinzas: que si pruebas hidráulicas, que si limpieza por aquí, que si revisión por allá… y cada vez que se mencionaba una fecha para su reconexión, los apagones seguían haciendo fiesta en toda la Isla.
La historia se repite como un disco rayado. No es la primera vez que esta unidad entra en operación solo para caer otra vez. En octubre del año pasado estuvo apagada más de diez días, sin que nadie explicara nada. En noviembre falló el sistema de enfriamiento y en diciembre, zas, volvió a desconectarse para una reparación a fondo.
Ahora, lo que más pica no es solo que haya vuelto a fallar, sino la magnitud del apagón que generó: más de 1,700 megawatts de afectación y cortes de luz de hasta 20 horas en provincias como Matanzas, Granma y Santiago. Apagón por aquí, apagón por allá… y la gente sin entender cómo en pleno 2025 todavía vivimos como si estuviéramos en la Edad Media eléctrica.
El verdadero problema está en la raíz: un sistema eléctrico tan viejo y maltratado, que ni con parches aguanta. Las termoeléctricas están trabajando al límite, sin piezas de repuesto, con equipos que ya dieron lo que iban a dar. Y para colmo, con un desorden logístico en la compra de combustible que parece más una novela de enredos que una estrategia energética.
Mientras tanto, el gobierno se dedica a maquillar cada mini regreso como si fuera un hito, cuando en realidad lo que hay es puro parche y cero solución de fondo. En el caso de la unidad 3 de la CTE de Cienfuegos, el dato es un poema: más de 120 días de reparaciones para apenas cuatro de funcionamiento. Eso, ni en una tragicomedia.
El apagón no es solo físico, es también informativo. La prensa oficial omite el panorama real: una crisis energética que no es pasajera ni coyuntural, sino estructural, profunda y sin salida visible. Y la poca información que sale, lo hace entre líneas, sin explicar cómo se pretende revertir este desastre.
La realidad para el cubano de a pie es dura. Apagones eternos, refrigeradores apagados, cocinas frías y familias enteras reorganizando su día según si hay luz o no. Y mientras tanto, el bloque 3, que prometía un respiro, se ha convertido en el símbolo más doloroso del desplome energético de Cuba.
Así las cosas, cada “victoria técnica” suena más a burla que a alivio. Porque en la práctica, la oscuridad sigue ganando terreno, y la luz al final del túnel no es más que otro apagón disfrazado.