Lo que debía ser una noche de fiesta y familia por el Día de las Madres, terminó en una pesadilla para el barrio El Naranjal, en Matanzas. Leobel, un joven padre lleno de vida, fue asesinado brutalmente mientras intentaba comprar cervezas para seguir la celebración en casa. El ambiente festivo se volvió luto en un abrir y cerrar de ojos.
Según contaron vecinos en redes sociales, Leobel era un hombre trabajador, tranquilo, dedicado a los suyos y con futuro. No buscaba problemas, no se metía con nadie. Pero eso no fue suficiente para librarse del horror. Un individuo, al parecer ido por completo con “el químico”, una de esas drogas sintéticas que cada vez corren más sueltas en las calles cubanas, lo atacó sin razón aparente.
Murió en el acto, con varias puñaladas que le cortaron el camino. Su pareja, embarazada, también fue herida cuando trató de ayudarlo. Está ingresada en el hospital, luchando por su vida y la del bebé que ambos esperaban con ilusión.
El agresor fue identificado como Yasmani Benítez Tejera. Tenía más antecedentes que un expediente de novela negra: lesiones, amenazas, robos con violencia… y aun así, andaba libre como si nada. La pregunta que se hacen todos es: ¿cómo es posible que alguien así no estuviera bajo control? ¿Quién responde por lo que pasó?
El barrio está en shock. En las redes, la tristeza se mezcla con rabia. Hay un grito unánime: “Esto no puede seguir así”. Porque sí, esta vez fue Leobel, pero mañana puede ser cualquiera. La sensación de inseguridad crece, la noche se vuelve un peligro, y la falta de vigilancia solo alimenta el caos.
La oscuridad se ha vuelto cómplice del crimen. Los apagones dejan a muchos barrios en penumbras y sin policías a la vista. “Aquí no aparece un patrullero hasta que alguien hace ruido con un caldero”, soltó un vecino, dejando claro que las prioridades parecen estar patas arriba. Se protege más el orden político que la vida cotidiana de la gente.
La familia de Leobel está destrozada. No solo piden justicia, piden que el sistema deje de ser cómplice de estos horrores. Quieren que se revise cómo se está manejando la libertad de personas peligrosas, y sobre todo, que se actúe con seriedad contra esas sustancias químicas que están desatando violencia y locura por donde pasan.
Mientras tanto, en Matanzas se siente el dolor. Un hijo del barrio fue arrancado de la vida sin razón. Una comunidad entera está de luto por culpa del abandono, de la impunidad y de un sistema que parece más enfocado en vigilar la inconformidad que en proteger al pueblo.
Hoy no solo se llora a Leobel. También se llora la falta de seguridad, la dejadez y el miedo con que se vive cada noche en muchas esquinas de Cuba.