Tremendo susto se llevaron este jueves en Matanzas cuando un derrame de residuos de crudo y fueloil sacudió las inmediaciones de la vieja termoeléctrica José Martí, una instalación que lleva casi una década sin funcionar, pero que sigue dando dolores de cabeza.
El incidente ocurrió en uno de los tanques aún presentes en el área, que aunque lleva años fuera de servicio, todavía guarda restos de materiales derivados del petróleo. Según reportó el periódico oficialista Girón en sus redes sociales, el combustible estaba almacenado en dos tanques de unos 500 metros cúbicos cada uno. O sea, no era poca cosa.
Un peligro dormido que despertó
Aunque ya se habían iniciado maniobras para trasladar el residuo, lo cierto es que el líquido quedó contenido gracias a un cubeto de seguridad, esa especie de fosa que rodea los tanques precisamente para evitar que lo que está dentro termine regado por fuera.
Afortunadamente, el derrame no se expandió fuera del área de contención, y en el lugar se movilizaron de inmediato los bomberos del Comando 2, junto con autoridades locales y técnicos del CITMA, para poner orden y evitar mayores consecuencias.
El periodista José Miguel Solís, que ha estado al tanto de lo sucedido, explicó que el derrame es en realidad una historia vieja, “del 2015 para acá”, pero no se había terminado de resolver. Según él, “fue solo un susto”, aunque no deja de ser una señal de alerta sobre lo frágil que sigue siendo la infraestructura industrial del país.
Una cadena de eventos que preocupa
Lo que pasó en la José Martí no es un hecho aislado. Ya en julio pasado, un nuevo derrame en la bahía de Matanzas encendió las alarmas. Esta vez fue petróleo, y el responsable fue un salidero en las viejas redes de conducción desde la base de supertanqueros. Unos meses antes, fue la bahía de Cárdenas la que se tiñó de sustancia tóxica, y aunque las autoridades investigaban, la gente seguía con la preocupación metida en el pecho.
Por si fuera poco, también se registró el descarrilamiento de un tren cargado de combustible, otra bomba de tiempo que, por suerte, no explotó. Aunque se descartó el sabotaje, el suceso dejó claro que el país tiene una urgente necesidad de revisar y reforzar las medidas de seguridad en su infraestructura energética y de transporte.
Una bomba ambiental latente
Este nuevo derrame pone de relieve una verdad que muchos en la Isla conocen bien: las industrias en Cuba, especialmente las energéticas, funcionan sobre estructuras viejas, mal mantenidas y con poca supervisión. Y eso, tarde o temprano, pasa factura.
El ecosistema marino, la salud de la gente y la seguridad ambiental están en juego cada vez que ocurre un incidente como este. Mientras tanto, los matanceros siguen con el corazón en la boca, esperando que no les vuelva a tocar vivir otra catástrofe como la del supertanquero en 2022.