En medio del desastre diario que vive Cuba, una pequeña luz asomó este jueves desde Ciego de Ávila, cuando los bomberos lograron rescatar con vida a la perrita Mía, que había caído en un pozo estrecho y profundo.
Sí, esta vez no fue un escape de gas, ni un derrumbe, ni una cola de pollo: fue una perrita atrapada bajo tierra.
El rescate lo confirmó el perfil oficialista Avileños de Corazón, que publicó imágenes del emotivo momento en que Mía fue sacada del hoyo y cargada por una niña entre lágrimas y aplausos. También mostraron a los bomberos, empapados de sudor, pero orgullosos de su hazaña.
¿Inacción? No, propaganda reciclada
Un día antes, el mismo perfil había tenido que salir a apagar otro fuego: las críticas de los vecinos que denunciaban que los bomberos no se habían aparecido en el lugar. Rápido soltaron la muela: que sí estaban trabajando, que el pozo era muy estrecho, que la tarea era peligrosa.
“Es muy fácil criticar y muy difícil reconocer que sí se hizo el trabajo”, soltaron, como si eso bastara para tapar el sol con un dedo. También advirtieron que un caso así podría haber afectado a un niño o a un anciano. ¿Y acaso no vivimos todos atrapados en un pozo desde hace décadas?
El momento exacto del rescate: aplausos y alivio
La organización animalista PeCA (Protectores en Ciego de Ávila) compartió el video del instante en que Mía vuelve a ver la luz del día. Un aplauso espontáneo estalló entre quienes llevaban horas esperando un final feliz.
“Sabíamos que era una tarea difícil. Podía salir bien o no, pero lo importante era intentarlo”, dijeron los activistas, agradeciendo a los bomberos y a todas las personas que no se rindieron. Un gesto noble, sin dudas. Pero… ¿cuántas personas en Cuba esperan también que alguien intente rescatarlas de este pozo llamado dictadura?
Otros rescates, mismo guión
No es la primera vez que se ve este tipo de historia. En Las Tunas, los bomberos salvaron a un gato que también cayó en un pozo. En Santa Clara, otro perro fue rescatado: pertenecía a un niño autista que no paraba de llorar por su mascota.
En La Habana, se han documentado varios casos: un gato atrapado en el fondo de un patio tapiado sin comida ni agua; una perrita encerrada y al borde de la muerte; un perro rescatado de un barranco gracias a cuerdas y maniobras arriesgadas.
¿Y los humanos para cuándo?
Todo eso está muy bien, pero no deja de llamar la atención que el régimen solo se luzca cuando se trata de animales, mientras los hospitales colapsan, las personas hacen colas de madrugada para conseguir pan, y miles sueñan con ser “rescatados” en una balsa o con pasaporte español.
Cada rescate animal se convierte en un acto épico, un logro nacional, un “mira lo que sí funciona en Cuba”. Pero la realidad es que, mientras a una perrita la sacan del hueco, millones de cubanos siguen hundidos en el mismo pozo de siempre: pobreza, censura y abandono.